Árbol
de mi jardín, que escondes dorados colores entre tus hojas, en el ocaso de mi
atardecer, amenaza de nube que quieres darme un poquito de tu lluvia y te dejas
empujar por el viento quien sabe hasta dónde, aliento del sur que llenas de romanticismo
mi alma, nostalgia de tierra preñada de tradiciones, castillos de fuego y
hermosos recuerdos en mi “nit de Sant Joan”.
Hoy, el
pensamiento no tiene lugar para nada más, cualquier música me viste de
melancolía y cualquier pasaje de vida, revive punzante y atrevido en mi mente. Hoy
no respiro, solo exhalo el aire de mi infancia y mi juventud. No siento, solo
lloro el blanco y negro de cien fotografías, los rieles de un tren que me
llevaron al no regreso, las caricias de un mediterráneo que abrigaron mi primer
nado y guiaron mis pasos, al exilio del corazón.
De niño
a joven y de joven a viejo. Se me olvidó ser adulto, porque jamás creí que
debía serlo. Junté juego y osadía con experiencia, inmadurez con sapiencia y
así en mi destino, escribiré un nuevo
nacimiento en mi muerte. Porque hoy es la noche de San Juan, la noche de la
renovación, del vómito espiritual de
añejas cuentas en la hoguera del equinoccio…Es la noche en que las brujas
bailan desnudas su aquelarre, los poetas imaginamos versos en las chispas de
una fogata y los inmaduros, los que jamás nos hemos caído del árbol porque día
a día estamos aprendiendo, solo nos cambiamos de rama, a la más fuerte, para
seguir soñando y soñando.
El
cielo se viste de rojo en mi añorada Tierra, en el reflejo de las fogatas se
pierden las estrellas, silban los cohetes y truenan viejas maderas. El aire
huele a pólvora, a húmeda sal de mar y a esperanza. Abren sus ojos los niños,
visten emoción los ancianos, miran por la ventana los enfermos y desesperados,
ladran los perros. Las fachadas esconden su color y el portal llena su
bienvenida de cenizas. Llega el turista y no entiende, solo abre la boca y la
mosca no se atreve con otro idioma, la fiesta abraza sin preguntar clase o
raza, la multitud espera y el castillo arde, grita, baila y ensordece. Es la
noche de san Juan, esa noche que parte el año en dos, en un antes y un después,
la noche en que el corazón entona otro latido y los sentimientos besan alma.
Y amanece el silencio del rocío y quedito
posa sus gotas en cada rincón del nuevo paisaje, ya las brujas solo recuerdan
su aquelarre y se confunden entre los clientes que piden churros con chocolate,
las máquinas limpian los últimos vestigios de quemadas maderas y la ciudad,
empieza a trabajar un nuevo día. Todo vuelve a la normalidad, pero los “Buenos
días”, saben diferente, los “Hola” huelen a sinceridad, el “cómo estás” sabe a
inquieta esperanza y el abrazo, es de
verdad. Porque la renovación existió en quien se lo permitió, su actitud le dio
ventaja y casa noche de San Juan, sus sueños seguirán brincando de rama en
rama, cada vez a la más fuerte, para seguir soñando.
¡Noche de
San Juan! Dulce melancolía de mi Catalunya, tan añorada.
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