Poco a
poco, llega la muerte. ¿No la sientes? Camina despacito en silencio y de
puntitas. No avisa pero no traiciona, no espera pero te da ventaja, no te
pregunta pero le da respuesta a tu vida. Desde que naces, ella empieza su viaje
y uno por uno, cada maestro es analizado, cada aprendizaje examinado y cada
sufrimiento, escrito en su bitácora. No siempre es generosa pues el Tiempo en
ella se arrodilla, no es seductora
porque su desnudez, jamás pinta lienzo alguno, no es poseedora, solo es dueña
de su instante. La ciencia le pone cuerdas y ella las brinca porque sabe cuándo
y cómo, el presentimiento a veces late su presencia, pero si la decisión no es
tomada, solo se convierte en extraña pesadilla, El sueño la invoca, ajenas
conciencias la piden y el coraje de la vida a veces la necesita. pero ella se
queda quieta, esconde palidez en la primera esquina y escucha el silbido de tu
impotencia, el grito de tu cobardía y el gemido de la calma consentida.
La soledad
no es su amiga sino hasta el momento requerido de su abrazo, la iglesia no es
su templo porque hace tiempo desechó de él a sus mercaderes, la religión no es
su fin, solo un extraño invento para entenderla, el miedo no la conoce pues con
el pecado siempre se quedó y la pregunta sobre su después, ya la contestará la
incipiente y verdadera vida. El ser humano es un animal con alma, razón y
quizás inteligencia…La muerte es una condición de vida, que roba el alma, le da
ignorancia a la razón y abraza al espíritu con la inteligencia Universal. Todos
somos muerte y seremos vida.
La
conciencia se va, el oído escucha y el olor sufre ansiedad. Las pestañas se
cierran y los ojos ven otra luz, El tacto ya no quiere otra mano y el corazón
deja de latir. Huye el alma de su claustro y sigue el camino de un hilo de
plata, cosido al cielo por tu ángel. La música del trueno te eleva, los colores
te transportan y la dimensión se desdobla en cien espacios. El momento es único,
el deseo intenso y la Luz, conmueve infinitos jamás conocidos. Ruge el astral y
se arruga el humano, grita el Creador y vibras en su eco, expandes espíritu y
pudres carne. Ahora sí eres feliz porque en tu última exhalación, respiraste
vida.
Llega
el cometa y en él fundes alma, la eternidad abraza tu espíritu y poco a poco la
consistencia, derrama las últimas
lágrimas que sentirás. Llega la otra conciencia, esa conciencia que entiende
todo y nada pregunta. Otro cuerpo viste sedas en tu luz y el sublime deseo vive
puro en el perfecto amor. Ves como el Tiempo nada en una prehistoria ya
aprendida, comprendes el espacio como és, sin distancia, sin pausa y sin
oxígeno. Tus seres queridos te esperan, los hueles y ya saboreas el recuerdo de
su abrazo, miras detrás y nadie hay, tu cama quedó vacía, quizás tu recuerdo
expire pronto o quizás no, quizás no lo quisiste pero moriste solo, quizás el
libro de tu vida, algún día alguien lo leerá y el aprendizaje seguirá. La muerte siempre escogerá tu último momento
de soledad, el tiempo exacto en que tu alma esté preparada y el instante único,
generoso y desinteresado en que seas capaz, en un acto de amor contigo mismo,
de liberar el espíritu de tu cuerpo. La muerte no es querida, pero siempre
está, no es dulce pero su caricia abre las puertas de la eternidad, no habla,
pero siempre, en ese cordón de plata, se escribe la verdad: “Todos, morimos
solos”.
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