Pasó un día, el segundo medio
dormía, el tercero ya sabía donde caía y el cuarto, ya escribía tu osadía.
Intentabas explicarme que el mundo sin mí no valía pero que de igual forma te
irías, que no tenías valentía y que aún en mi regazo, a él olías. Solo te dejé
en tu albedrío, en el teatro y en tu alevosía pero siempre fui consciente que
me dejarías. Llegó el día y tus ojos miraban hipocresía, tus manos se daban
vacías, el abrazo de frío se vestía y el último beso, mi mejilla sobrecogía.
Sabías que como yo, nadie te amaría y te acordabas de la vez primera cuando te
dije que serías mía, ahora tu memoria
vaga entre noches que de amor fueron vigilia y sabes bien que tu olvido jamás
mareará el momento que de ti, nuestra hija nacía. Quizás cada instante fue
parte de una melancolía escrita o quizás la melancolía no fue escrita ni fue
parte de ningún instante, pero aún en la huída hueles aquella música que nos identificó, aquella
Luna que su reflejo nos tatuó y aquella espuma que su mar, en piel nos dibujó.
Juntos vivimos una corta estancia, quizás muchos años pero poco tiempo para el Universo sabio, a lo
mejor nos pareció demasiado porque el amor hacía tiempo que se había acabado, a
lo peor nos pareció corto porque el árbol que habíamos cuidado, no presento un
solo retoño en nuestro abono mal sembrado. De frente me dijiste adiós y te
agradezco la educación, de lado me engañaste tanto que por no saberlo mis
vecinos me lo contaron, en tu espalda comprendí por fin tu engaño y en tu
mirada por mucho que de reojo la respiraras, entendí que ya era parte del color
de otra alma. La resignación fue vana, la sensación rasgaba y el odio
procuraba. Una tristeza nació desde el fondo de mis entrañas, mi jardín secó
sus ramas, cada pétalo guardado para ti encontró un camino hacia otra posada y
el verso, desde mi poesía caminaba todavía perfecto y terso en busca de otra
morada. Sudaba mi cielo, la Luna lloraba y en mis manos, solo un vacio incomprendido
me explicaba… ¡Me explicaba que el viento no era cierto, que el aire no le
cobraba a mi aliento y que las lágrimas no eran de un sentimiento cierto! ¡Me
explicaba que el pensamiento no robaba, que mis ojos no necesitaban gafas y que
el moco de mi alma era espeso porque nacía de mis entrañas!...Me explicaba
despacito que la soledad era mi destino, que una puya de eternidad estaba
clavada en el alma de mi corazón y que nadie se atrevería a quitarla sino
tuviera una verdadera razón.
Una tristeza se vistió de seda,
la oscuridad de día y la pared de melancolía. Odié cada acera, cada bar y cada
encimera, escuché trémulo cada chasquido de un revolver en mi sien, el caminar de un cáncer
que abrazaba mis pulmones, la mentira tocando tambores y la desconfianza
diciéndome: “Por favor ya no escuches, porque tu vida la escriben ajenos
temores, la traición no debe ser razón y quien ahora te señala, en su cobardía
el dedo será espada y atravesará profundo, su propia alma”. Y fue entonces que
una alegría entró en mi mente, la dicha de saber que en el renacer no habían
rencores, que el remordimiento es solo para deudores, que un dador de vida no debe temer ajenas
educaciones, que el gran sastre convirtió en traje este dulce pasaje y que es
mejor el silencio, que convertir un deseo en un sublime desastre. Miró la Luna
de reojo su oscura cara y le contestó el cometa que por verla era cara, que quería saber de ella y contarle su
hermosura a cada galaxia. Escondió por un día el Sol su flama y un nuevo horizonte
le reclamó al mar su arrogancia, la tristeza navegaba, su niebla espesa
abrazaba, su música en un jardín escondido reposaba y una alegoría que por
nacer estaba, esperó a ser anunciada. Se afligió el hombre, derrotado por un
momento de nada, silente al ver su pared blanca y oyente al sentir un grano de
sal cuando entre espuma blanca, una nota
soltaba. Y el grano fue acorde y el acorde al pentagrama le dio fama, la música
olvidó su fragancia y una cuerda estalló en el vientre de una guitarra. Se
levantó el hombre, enarboló quijada y rizó natural su pestaña, olvidó que una
traición hubiera sido su amada, que su vida por ella fuera explicada y que su
corazón ya no comprara otros latidos que no fueran los de aquella mujer, que
ahora era una extraña.
¡Maldito silencio¡ ¡Tiempo que en
mi boca tus ubres pones y mamarlas no puedo!¡Espacio que te vistes de distancia
y ni con el velo de mi Luna te hago dentro!¡Cielo que en mi azul te sostengo,
haz que tanta tristeza toque sus teclas en el infierno! Porque entre dos
acordes el vacío es eterno, el diminuto silencio es convexo y el espejo de mi
realidad me reta pleno…Llora la poesía porque no hay lomo que a cuestas le ría,
no hay mar que en sus letras sal derrita y no hay montaña capaz de regalar una
sombra ni un matiz a ese pintor que diario la imagina, el que le da hermosura y
el que un día si quiere, la detendrá entre sus propias penumbras. Viajaré en el
tiempo y revertiré este largo y costoso averno, el destino será pensamiento, el
deseo algo cerca de mi aliento y tu recuerdo…esa sombra que el otoño guarda
para su invierno.
No quiero ni debo mostrarte sentimiento, la sociedad no deja que fluya mi
lamento, pero en mi sencillez te muestro lo que llevo dentro, esa nostalgia que
no se acaba, ese beso que quería fuera
perpetuo y este escrito que en mi aliento vive perfecto, en los límites del
sueño, quizás en otra vida que espero atento o quizás, solo en mi silencio.
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