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domingo, 13 de mayo de 2018

EXCUSAS PERDIDAS.



               Pasó un día, el segundo medio dormía, el tercero ya sabía donde caía y el cuarto, ya escribía tu osadía. Intentabas explicarme que el mundo sin mí no valía pero que de igual forma te irías, que no tenías valentía y que aún en mi regazo, a él olías. Solo te dejé en tu albedrío, en el teatro y en tu alevosía pero siempre fui consciente que me dejarías. Llegó el día y tus ojos miraban hipocresía, tus manos se daban vacías, el abrazo de frío se vestía y el último beso, mi mejilla sobrecogía. Sabías que como yo, nadie te amaría y te acordabas de la vez primera cuando te dije que serías mía, ahora tu  memoria vaga entre noches que de amor fueron vigilia y sabes bien que tu olvido jamás mareará el momento que de ti, nuestra hija nacía. Quizás cada instante fue parte de una melancolía escrita o quizás la melancolía no fue escrita ni fue parte de ningún instante, pero aún en la huída hueles  aquella música que nos identificó, aquella Luna que su reflejo nos tatuó y aquella espuma que su mar, en piel nos dibujó. Juntos vivimos una corta estancia, quizás muchos años pero  poco tiempo para el Universo sabio, a lo mejor nos pareció demasiado porque el amor hacía tiempo que se había acabado, a lo peor nos pareció corto porque el árbol que habíamos cuidado, no presento un solo retoño en nuestro abono mal sembrado. De frente me dijiste adiós y te agradezco la educación, de lado me engañaste tanto que por no saberlo mis vecinos me lo contaron, en tu espalda comprendí por fin tu engaño y en tu mirada por mucho que de reojo la respiraras, entendí que ya era parte del color de otra alma. La resignación fue vana, la sensación rasgaba y el odio procuraba. Una tristeza nació desde el fondo de mis entrañas, mi jardín secó sus ramas, cada pétalo guardado para ti encontró un camino hacia otra posada y el verso, desde mi poesía caminaba todavía perfecto y terso en busca de otra morada. Sudaba mi cielo, la Luna lloraba y en mis manos, solo un vacio incomprendido me explicaba… ¡Me explicaba que el viento no era cierto, que el aire no le cobraba a mi aliento y que las lágrimas no eran de un sentimiento cierto! ¡Me explicaba que el pensamiento no robaba, que mis ojos no necesitaban gafas y que el moco de mi alma era espeso porque nacía de mis entrañas!...Me explicaba despacito que la soledad era mi destino, que una puya de eternidad estaba clavada en el alma de mi corazón y que nadie se atrevería a quitarla sino tuviera una verdadera razón.
               Una tristeza se vistió de seda, la oscuridad de día y la pared de melancolía. Odié cada acera, cada bar y cada encimera, escuché trémulo cada chasquido de un  revolver en mi sien, el caminar de un cáncer que abrazaba mis pulmones, la mentira tocando tambores y la desconfianza diciéndome: “Por favor ya no escuches, porque tu vida la escriben ajenos temores, la traición no debe ser razón y quien ahora te señala, en su cobardía el dedo será espada y atravesará  profundo, su propia alma”. Y fue entonces que una alegría entró en mi mente, la dicha de saber que en el renacer no habían rencores, que el remordimiento es solo para deudores,  que un dador de vida no debe temer ajenas educaciones, que el gran sastre convirtió en traje este dulce pasaje y que es mejor el silencio, que convertir un deseo en un sublime desastre. Miró la Luna de reojo su oscura cara y le contestó el cometa que por verla era cara,  que quería saber de ella y contarle su hermosura a cada galaxia. Escondió por un día el Sol su flama y un nuevo horizonte le reclamó al mar su arrogancia, la tristeza navegaba, su niebla espesa abrazaba, su música en un jardín escondido reposaba y una alegoría que por nacer estaba, esperó a ser anunciada. Se afligió el hombre, derrotado por un momento de nada, silente al ver su pared blanca y oyente al sentir un grano de sal  cuando entre espuma blanca, una nota soltaba. Y el grano fue acorde y el acorde al pentagrama le dio fama, la música olvidó su fragancia y una cuerda estalló en el vientre de una guitarra. Se levantó el hombre, enarboló quijada y rizó natural su pestaña, olvidó que una traición hubiera sido su amada, que su vida por ella fuera explicada y que su corazón ya no comprara otros latidos que no fueran los de aquella mujer, que ahora era una extraña.
              ¡Maldito silencio¡ ¡Tiempo que en mi boca tus ubres pones y mamarlas no puedo!¡Espacio que te vistes de distancia y ni con el velo de mi Luna te hago dentro!¡Cielo que en mi azul te sostengo, haz que tanta tristeza toque sus teclas en el infierno! Porque entre dos acordes el vacío es eterno, el diminuto silencio es convexo y el espejo de mi realidad me reta pleno…Llora la poesía porque no hay lomo que a cuestas le ría, no hay mar que en sus letras sal derrita y no hay montaña capaz de regalar una sombra ni un matiz a ese pintor que diario la imagina, el que le da hermosura y el que un día si quiere, la detendrá entre sus propias penumbras. Viajaré en el tiempo y revertiré este largo y costoso averno, el destino será pensamiento, el deseo algo cerca de mi aliento y tu recuerdo…esa sombra que el otoño guarda para su invierno.
             No quiero ni debo mostrarte  sentimiento, la sociedad no deja que fluya mi lamento, pero en mi sencillez te muestro lo que llevo dentro, esa nostalgia que no se acaba,  ese beso que quería fuera perpetuo y este escrito que en mi aliento vive perfecto, en los límites del sueño, quizás en otra vida que espero atento o quizás, solo  en mi silencio.



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