Tomaste una decisión, como
una abeja escoge su flor o quizás como una mermelada tienta su boca. Tomaste
una decisión, esa que te involucra toda, que no deja duda, que no hay lengua
que la escupa ni silencio que la esconda. Tomaste una decisión, esa que sola se
viste cuando estás desnuda, la que cuando tiene frío encuentra un abrigo, la
que enfrenta al juez y sabe su destino… y la que ahora, murmulla intensa en tu
oído.
Te dijiste que sí, que no
hay miedo, que si tiembla el nervio sabes que su abrazo es sincero, que si el
dedo se arruga, tu puño es perpetuo, que si la piel suda él la empapa de lleno
y que si tu lágrima resbala, en nube la convierte el cielo. Te dijiste que sí,
que quiero y deseo, que antes de morir saborearlo quiero, que en su olor mi
temor pierdo y que en sus ojos, una mirada es más que un verso. Te dijiste que
sí, que en su arrullo crearás un regazo,
un hogar en las paredes de tanta soledad, un rasguño de calor entre las frías
sedas de sus sábanas y un remanso de paz, en cada antigua huella de las que
todavía habla su almohada.
Tomaste una decisión, porque tu alma sintió
un latido capaz, una sangre que a ella te debes juntar, una piel que de ti debes
untar y unos ojos que deben dejar de ver, para mirar. Tomaste una decisión,
cambiarás de mar, dibujarás un nuevo hogar, en otro jardín sembrarás y cuando
dos cielos veas copular, sabrás que estás escribiendo una compartida eternidad. Tomaste una decisión y no existe ir
para atrás, ni eres cangrejo ni marea baja en su mar, sabes bien que para él
eres realidad y que para ti su palabra ya dejó de ser verso, que le quitaste el
antifaz, que su poesía ya tiene otro sentido y que entre tus manos has sido capaz de abrir su
libro, de par en par.
Te dijiste que si y sola
te diste la oportunidad, te atreviste a ser como a pensar, a imaginar como a
dibujar tu realidad, a besar de verdad y no solo en una pantalla llena de
virtualidad. Te dijiste que si, te llenaste de él y del viento sus tijeras
prestadas tomaste, la distancia recortaste, al tiempo silenciaste, al dedo que
te señalaba le pusiste un falso anillo sin diamante y al reojo de tanta mirada,
le vendiste unas gafas que al fondo de una botella les recordaba. Te dijiste
que si y en tu aliento lo denotaste, tu contorsión aminoraste al caminar, tus
palabras ya no eran tan amables y de tanto en tanto un pequeño desprecio, a tus
secuaces regalaste.
Tomaste una decisión,
esa que es parte y arte, la que tomas segura y elegante, esa que huele a fresas
y azabaches, ¡Si! Esa decisión que solo una mujer enamorada está dispuesta a
enfrentar, la que no teme ser leída pues muchas veces ha sido corregida, la que
sabe a niña, la que explica una adolescencia en sueños sumida y la que expresa
un valor, que solo una mujer madura sabe que por valiente, ha sido reprimida y
después por él elegida. Tomaste una decisión, esa que en mi destino pondrá una
condición, esa que en tu vida pondrá una ilusión, esa que en nosotros pintará
un sueño, un camino y la eternidad de una hermosa pasión.
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