Llora el alma, el cuerpo encoge
su aliento, ahoga la sábana y el aire huye de su viento, traga saliva la garganta, la mano suda agria y un
dedo firme, te señala. La noche es larga, el recuerdo emociona, la memoria pide
pausa, escribe su ansia un olvido no permitido y una suave música abraza, lo
que le da la gana. Sientes frío y pierdes dos miradas en la ventana, le sonríes
al vacío mientras una pared se muestra, toda blanca. Le pides al infinito que
no amanezca mañana, que en el reflejo de esta luna quieres que la pesadilla sea
perpetuada y que no haya sombra que se atreva a desvanecer esa duda, tan
trabajada. Llora el momento y el puño encoge cada pedazo de almohada, respira intenso
el escalofrío y arqueas tu espalda, el sentimiento araña, la ternura es deseada
y la caricia, reclamada y necesitada.
Muñeca rota, desbaratada de tanta espera y
deprimida cuando siempre olías a primavera. Trapo de emociones ahora deshechas,
hacedora de sentimientos y nuevas lunas eternas, cautivadora de sueños y
estrellas…muñeca rota que ahora lloras, porque vagas sumida en una tristeza,
que solo añora. Ya no piensas, tu mirada no ve nada, sientes lejos esa brisa que
te abrazaba en el alba, tu noche es callada, exiges coraje al ángel que te
guarda y recuerdas sola, el día que te
leyó mi boca, esa noche que de mi te embriagaste toda y ese instante que amaste
la pasión de un arte que en tu sueño, todavía late.
Entrelazan su color el clavel
con la gardenia, el río con su flor de loto y un copo de nieve le dice al cielo
que está loco, que es primavera y que aún en la tristeza, él pertenece al
invierno y quizás un poco, a un añejo otoño. Se arrastra el hombre por la playa
del lugar y siente a lo lejos, su muñeca llorar. Se recuerda niño y busca una
caracola a quien escuchar, a ese eco que le explique que la debe luchar, a esa
ansiedad que en la distancia ve como su muñeca, llora de verdad. Le pide al
horizonte que a su cielo deje en paz, a la nube que descargue ya y al rayo que
muestre toda su luminosidad. El marco es perfecto y el ser incorrecto, cierra
puños y espera atento un milagro en el firmamento. ¡Quien se lo iba a decir! ¡Quien
se lo iba a preguntar! Si lo único que quiere es dudar, un caballo difícil de
cabalgar, la respuesta a una hipócrita verdad y la explicación a una lágrima
que puesta, resbala de verdad. Nadie ve, nadie entiende y nadie comprende, el
ser se desprende, el alma se abre y el corazón siente lo que de verdad debe. El
valle enmudece porque la montaña una sombra le ofrece, una pausa, un silencio,
un deseo de paz que merece. ¡Tregua! Pide el compungido adolescente, el niño
duerme y el adulto todavía no entiende que la vida es otra cosa y no solo un
pañuelo de rosas, que nadie le sostiene. Y entonces ve como el pétalo se
desprende, como el alce cae en las fauces de la serpiente, como el inocente es
poseído por el indolente y como un verso se ha vestido de una rima silente. De la
oscuridad nace la sombra que sabe que sin reflejo es otra cosa, el hombre sabe
que su muñeca lo añora, que a ella debe llegar y la negra urbe cruzar, allí
donde nace la tristeza, donde la melodía es estrecha, donde su historia es
jueza, donde la experiencia lo explica, aunque sabe que por fuera, lo señalan
siempre y a cada hora.
A su tristeza encara e insolente le
reclama: “Caminaste y caminas, quizás amedrentas y lastimas o a veces te
escriben como yo: un sentimiento o quizás una alegoría de vida. ¡Tristeza! me
da igual que me mires de lejos o estés cerca, si en verdad existes, dime de qué estás hecha,
de qué color es tu piel y a que huele el cabello en el que siempre me enredas…de
que mimbres están hechas tus piernas y que tan anchas son tus caderas, de que
cielo son tus ojos y que tan puntiagudos son tus senos porque le explicaré a mi
alma que cuando estés cerca, agache la cabeza, que haga como que no te vea y
que cuando te vayas, retire la escalera para que en mi altillo jamás aparezcas ¡Ay
tristeza! Pregúntale a mi cielo porque ya no te creo, a mi alma porque aunque
la abraces ya no te siento dentro, a mi cuerpo porque aunque vivas en su poro
abierto no te tiene celo y a mi corazón, porque aunque respires a su son, tus
latidos ya no son de su aliento.”
Muñeca rota, pedacito de sueño que huiste
del juego, silencio en pies y manos sin
deseo, gris pintado en el cielo y negro intenso en el profundo anhelo.
Oscuridad de vida que entre sombras ya no la explicas, lágrima pedida en una
ilusión que fallida, resbala desnuda, por tu mejilla…muñeca rota, algodón en
hilo que desprendes el último suspiro, trenza preñada en seda que desbaratada
yace casi muerta, ojos sin pestañas, boca cerrada, brazos cruzados, grito contenido
que vaga entre la nada, en el fondo de tu garganta…muñeca rota, gotita de vida,
ven y acércate quedita pero a nadie se lo digas, porque pondré tu alma en una
burbujita, la llenaré de besos y caricias, coseré sus heridas, beberé sus
lágrimas, escribiré en ella fantasía, la abrazaré toda y la vestiré de melodía,
le susurraré al oído que esta vez por siempre será mía, que la distancia será
vencida, que era otro el que verla no me permitía y que por favor se abra, porque mi sueño dentro
de ella acaba.
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