Prende la luz porque mi desnudez
de ti quiere aprender, préndela y mírala, despacito, sin miedo, cuenta sus
poros, cada peca y cuando la veas perfecta, úntame de miel cada arruga, cada
experiencia y cada vello de mis cejas. Prende la luz porque en esta vida solo
la palabra es perfecta, la piel a veces suda erecta y el alma respira entre
venas… ¡Préndela¡ verás lo que tocas y sentirás otra cosa, la humedad nadará silenciosa, el escalofrío sufrirá por ser
vivido y el ansia, esa que el sueño extraña, estará lista para que por ti, sea extasiada.
Prende la luz y deja que este
paisaje se llene de armonía, que los jugos no sean viscosos y oscuros, que la
saliva sea burbuja divina y que cada beso se vista de dulce melodía. Deja que
nos encele la mesita, la vela y si quieres la vecina, deja que el mar nos
empape con su brisa, que el cielo nos pida y que cada mirada, la veamos
sonrisa. Quiero verte porque el alma es retina, la sangre camina y en este
viento entre mis cabellos, te sentirás distinta. ¡Préndela! porque tanta locura
debe ser vista, desde mis ojos a tus estrías, desde tus pechos a mis manos
vacías, desde mi corazón a cada pezón, desde el beso al aliento, desde tu
pecado a mi infierno y desde mi caricia a la ternura que de tu cuerpo llevo tan
dentro.
Prende la luz porque tu silueta no
debo amar, es tu capacidad, tu contorsión y tu sensualidad la que por siempre debo
en mi mente dibujar, el blanco de tus ojos cuando el gemido despunta sin cesar,
ese cálido vapor de tu boca al suspirar, ese pulsar cuando mi vigor debe entrar
y ese amor que tanto color pinta en mi mar. ¡Préndela! porque soy un hombre de
verdad y quiero ver tus besos, tus caricias, la textura de tanta ternura, el
óleo de tu humedad y cuando te ensalive toda, que mis ojos te sientan de
verdad. ¡Préndela! Porque la oscuridad no debe ser eternidad, el sentimiento
debe nadar, la ilusión tiene que tener un lugar y el sueño, que no es ciego,
debe mirar y mirar y mirar.
Prende la luz porque quiero que
veas mi lealtad, la intensidad cuando beso tus defectos, el milagro cuando mis
grietas cicatrizan, la sensualidad cuando tus muslos por asalto toman mis
manos, la seducción cuando tus piernas enredan mi espalda, el verdadero sexo cuando
tu lengua se avoraza y el dulce orgasmo cuando cada mejilla se pega cálida,
entre las piernas y calla. ¡Préndela! Y de mí sabrás que un día sufrí, viví,
canté, amé y a otras escribí, pero que ahora tú eres esa mujer en la que me
quiero por siempre perder. ¡Préndela! y sabré que fuiste hada, ángel y morada de
un alma extraña, que en tu camino y en
ajenas arenas dejaste tus huellas
clavadas, que tu destino quizás no sea divino pero que en mis brazos cada poro
será restituído, cada aliento respirado y cada gemido, por los dos compartido.
¡Prende la luz!
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