Amamos,
prometemos, soñamos…Y cuando la despedida cruza nuestra puerta, ni siquiera un
testamento dejamos: Una eterna caricia,
de esas caricias que recorrían nuestra piel cuando nos conocimos, el sonido de
una carcajada saliendo del cine, el sabor de aquella cena que enamoró nuestra
noche con su romanticismo, aquel baile que arrancó sensualidades escondidas o
simplemente el recuerdo de ese olor a café en aquellos abrigados amaneceres. No
tenemos el detalle de dar o de quedarnos con algo…Solo la obligación de un
pronto olvido y un abnegado deseo por repartir esas culpas, que siguen escribiendo remordimiento en nuestra memoria.
Nos
convertimos en audaces cazadores de sombras y en perseguidores de unos sueños
de libertad, que apenas estamos sembrando y apresuramos en su cumplimiento. No
queremos pausas, no queremos reflexión…No queremos el abrazo ajeno y ni la
misericordia del amigo, solo nos convertimos en vacíos existenciales caminando
entre las piedras de ajenas incomprensiones. ..Y lloramos porque no nos dejaron
nada. El recuerdo es vago y la soledad se hace eterna. Llega la desidia a
componer nuestro abandono, viajan las viejas ilusiones por el túnel de un
tiempo que ya no es nuestro y en el afán por abrazar nuestra destrucción,
soltamos los miedos para que bailen en ajenos infiernos.
Si te
aman de verdad, dejarán huella, sino olvídala…No valía la pena. Y tú, si amas,
ama con el alma y sino, mejor deja que alguien lo haga. Porque en la pureza del
amor no vive la mentira, no existe la mediocridad, no se abraza con hipocresía
y el egoísmo nunca es bandera…En el amor hay que dar y reivindicar generosidad,
tienes que respirarla y exhalar lo profundo de su aliento, tienes que escribir
día con día tus deseos en su corazón y conseguir que su alma necesite tu
pasión. Solo así tu amor no será intestado, porque aún en la despedida, siempre
estarás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario