Dormido
entre la quietud de mis sábanas, esperaba que el sueño me llevara a otra vida.
El grillo de siempre, por una vez, respetó mi silencio y mis pensamientos
nadaban queditos entre los poquitos reflejos de la luna. Tocaron la puerta tres
veces y sentí que había sido la imaginación. Otros tres toques y volví a la
realidad: Bajé las escaleras, abrí la puerta y no había nadie detrás de ella.
Algo o alguien, hizo que levantara la
vista y en esa noche casi cerrada, observé con inquietud una nube blanca que se
acercaba despacito a mi casa. Se paralizaron mis sentidos y solo miré. Cuando
su esponjosidad estaba al alcance de mi mano, escuche una voz: “Entra” y entré.
Respiré
maravilloso, percibí profunda hermosura, la luz se apoderó de mi mente y sentí
claridad. Fui viajero dentro de una burbuja de algodón. Visité pueblos y
ciudades, conocí genios y leí poesías que jamás creí que alguien las pudiera
escribir, viví locuras de románticos amantes, escuché versos en las lágrimas
del amor y sentí todos y cada uno de los sentimientos, preñados en los mármoles
de la Historia. Aprendí de conquistas que nunca supimos entender y escuché de cerca los pensamientos de esas
almas blancas, que siempre fueron guías de nuestro mundo. Se llenó mi piel de
besos y compartí dulces ternuras, visité la miel del Universo y se derramó en
mi alma, vi como la luna temblaba en una noche de amor y sentí como nacía la
inspiración.
Mi
nube blanca, tenía vida propia. Podía percibir su aliento y su coraje, su razón
y su oxígeno, su nervio y su paciencia…Su amor y su pasión. Fue entonces cuando
sentí que su alma se encogía, su viento llenó mi espacio y me empujó hacia una
de sus ventanas. Su grito se convirtió en lluvia y germinó la Tierra, se
llenaron los mares, mostraron su poder las montañas y las nieves llenaron ríos
de esperanza. Todo era un sueño vivido, tan real como el incesante revoloteo de
las mariposas, tan real como el juego de los delfines saltando de mar a mar y
tan real como una letra escrita en un papel de ilusión. Quería seguir pegado
por siempre a esa ventana, para escuchar los sonidos de la creación, los
conciertos de tantos colores y el baile de tanta imaginación, cuando de repente
el horizonte se llenó de una oscura y prepotente nube.
Se
acercó la negra nube. Sospeché un mensaje de la voz, pero no fue así. Mi
claridad atravesó sus sombras y me acompañó la tristeza. Esa nube también tenía
vida propia, su algodón no era puro, solo parecía serlo. Su esponjosidad era un
espejismo de su aspereza y el sombrío color, el reflejo de su alma. Sus
viajeros eran adoradores de la hipocresía, la falsedad y el poder por el poder
a cualquier precio: Hacedores de injustas guerras, jodidos políticos que se
sienten albañiles en los muros de la verguenza, castradores de libertad,
racistas, intolerables, dictadores, narcisistas, ególatras y esquizofrénicos
compulsivos con disfraces angelicales. Seres llenos de miedos, inseguridades y
rencores. Seres que se odian a si mismos y en su tétrico remordimiento
desenvainan espadas y escupen ajenas banderas. Seres que hace mucho tiempo, los
abandonó la Luz y vagan por las tinieblas de la eternidad, hasta que el límite
paciente de nuestra Tierra los engulle en el volcán de los desperdicios.
Sentí
como su alma se encogía y cuando en su desesperación por ser, convirtió sus
lamentos en lluvia. Era una lluvia ácida, una lluvia sin agua…Una lluvia sin
vida que solo recorrió abandonadas calles, para caer en las alcantarillas del
inframundo. Una lluvia que ni las ratas bebían, una lluvia de un falso poder,
que ya está en vías de extinción.
Y esa noche
tuve un sueño hermoso, un sueño donde el horizonte juntaba con nitidez cielo y mar
y en su maravillosa línea, vivían las
ilusiones, los deseos y los sueños de un mundo mejor. Cada día una gran nube
blanca lo abrazaba y soltaba el maná de su lluvia, nacía el arcoíris y cuenta
la leyenda que al final de él, está guardado el tesoro de nuestra historia. Un
tesoro escrito en viejos pergaminos con letras de oro y plata.
Cuentan viejos sabios, que en uno de sus primeros capítulos se narra
la osadía de cierta “nube negra” por querer dominar la Tierra y como un volcán
de fuego emergió del mar y la devoró…Y como a partir de ese día los muros se
convirtieron en oportunidad, la esperanza en ilusión, el valor en decisión y el
sueño en realidad. Cambiamos el mundo y fuimos nosotros…Los que cada amanecer,
respiramos nubes blancas.
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