Ojos de
sueño y barba partida, entrecejo fruncido y lunares por donde quiera, blanca
saliva pegada en las comisuras de sus labios, amañado rostro que expresa todo y
dice nada. Manchas en manos que delatan edad, uñas llenas de la tinta de su
último verso, líneas de vida borradas por el suspiro de la muerte… Gota que
recorres por última vez su maltrecha mejilla y no recitas si eres lágrima o
sudor.
Dejaré
que el viento sea el cirujano de tu autopsia, dejaré que su fuerza abra con la
precisión de un bisturí tu pecho, para
leer el libro de tu corazón. En él perderé conciencia y dejaré que sus rimas me
envuelvan de tu historia, dejaré que el albedrío de tu mente me posea y así
poder sentir como tú, dejaré que el silencio de tu sangre, ahogue mis ansias y
así, solo así, comprenderé las últimas líneas de tu destino.
Se
arrodillarán las Lunas que amaste, gritarán los Soles que encendiste, se
expandirá el cielo hasta que su eternidad embravezca mil mares y escucharé las
más hermosa lluvia de estrellas que el universo pueda regalar, cuando la fuerza
de mi locura, abra tu alma. Acercaré mis labios y sentiré su gran ternura sin
tocarlos, leeré poco a poco cada uno de los versos que lograron escribir en
ella y en sus letras, soñaré que la
pureza del amor, es real. Entraré en
ella sin pedir permiso, porque un día tu poesía llenó de esperanza mi vida,
buscaré el tesoro de tu inspiración y no descansaré hasta que sus monedas
caigan en la pobre alcancía de mi alma. Porque mi reto no solo es leerte, sino
sentirte en la profundidad y en ella poder un día, abrazar la intensidad de la
vida, en mi poesía.
Quise ser doctor en la muerte y
bisturí en tu autopsia. Leí tu corazón y
entré en tu alma, pero todavía no te llevabas tanta Luz y absorbí tu energía. Envenenaste mi cuerpo de tus
sueños que no pudiste cumplir, callaste mis latidos y los pusiste a flor de
piel. Temblaron las paredes de mi soledad, se rompió la copa de mi añejo tinto
y tu fuerza, apagó mis ceras. El vaho de mi ventana se convirtió en lágrimas y
las mareas del mar, callaron su dulce
ruido y reposaron sobre mis arenas. Embebí una de tus noches, la mejor de tus
noches…Por un instante vi tu Luna y escuché un gemido…Un gemido que olía a
tiernas rosas, a rocío y a sal de mar, a ternura y a pasión, a deseo y a dulce
excitación…Lo convertí en verso y con él pude escribir cien poesías. Esa noche
aprendí a escribir sentimientos, aprendí que la intensidad se puede expresar en
letras, aprendí que tu legado por siempre en mí vivirá…Y aprendí que la autopsia a un poeta, no sirve de nada, si ya se llevó su alma.
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