Sordo
repicar que retumbas en las paredes de mi silencio, mórbida obsesión de la vida
por hacerme entender que ya no estás a mi lado…Campanas que huelen a muerte,
que huelen a vacío.
Nervio
compulsivo que hechas raíces sobre mi piel y encaras el viento de mi destino
con el desafío de tus miradas. Vómito de hiel que llenas mi boca con las
meditadas asperezas que tu ida sembró en mi alma, síndrome de soledad en la
nostálgica desesperanza , lágrimas que caen en el libro de los versos olvidados…Olor
a muerte que pudre mi corazón hasta tocar el fondo de mis entrañas.
Respiro una
extraña melancolía entre las sombras de mi tristeza, abrazo penumbras que solo
mis dedos pueden ver, encadeno sentimientos para mitigar tanto dolor, pero
entre sus argollas sigo escuchando el último aliento de tu voz. Cierro los ojos
y no consigo escuchar tus latidos, pido caridad al sueño y solo me cobija el
miedo, escribo en negro y solo leo el temblor de mis tintas.
¡Me cuesta
tanto vivir! Tu ausencia marca las pisadas de mi música, arrodillas íntimos recuerdos
en cada una de tus fotografías y cuando el amanecer desdobla mis sábanas, sigo
oliendo tu perfume y gozando tus labios pegados a mi taza de café.
Campanas de
muerte… Que abracé hasta tu última exhalación, porqué luché sin dormir hasta
que la palidez de tu rostro derrumbó mi alma, porqué escribí segundo a segundo
toda la poesía que recitaban tus ojos…Campanas de muerte, que callaron, cuando
caminaste a la Luz.
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