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https://www.youtube.com/watch?v=SZmpcXAtmC0
Vi una resplandeciente luz en el cielo, vi lo que nunca me habían pintado.
Era cálida, anaranjada y llena de amor. Me sentí transportado en ella, en su
posesión, parte de su luz, como en el sueño de un amanecer extraño, como dentro
del sueño, de un gran abrazo.
Vi como la luna hacía el amor con el sol. Rodeados por las más brillantes estrellas y acostados en las más sublimes nubes. Viví el cariño entre sedas, velos y algodones, entre caricias estelares viví sus orgasmos y entre sus pasiones abracé el gran oleaje de sus espasmos. En su intensidad la música del cosmos logró sublimes acordes, le dió otra forma a la melancolía, lastimó la profundidad del rencor, dotó de vigor a la verdad, arrodilló al vicio en su repetida miseria, endulzó el honor y cobijó de sombras las sendas de la cobardía.
Y llegó el gemido, aquel que recoge las mieles del momento ansiado, aquel que en su regazo los poetas sentimos algo más que un simple destino, aquel que insistimos en vivirlo y poco nos es dado... Y vi que la luna llenaba de caricias al sol, en ellas enardecía su calor, su luz renacía una y otra vez en tanto resplandor, la ternura quemaba, la contorsión era magia, la palabra era una, la mente explicaba y de dentro de mi Luna, una lágrima explotó hacia su cara, esa cara que oculta, miraba con amor tanta elegancia.
Y en mi alucinación arranqué las pestañas al sol para que su luz fuera más intensa, hermosa y de su centro sacara toda su belleza. En mi desquicio limpié de cráteres mi luna para que la ternura pudiera leer en su manto aquellos versos de antaño, los de viejos amantes, los escritos por el romance, los que vienen de las estrellas y ahí los dejaron para que alguien aprendiera.
Vi como la luna hacía el amor con el sol. Rodeados por las más brillantes estrellas y acostados en las más sublimes nubes. Viví el cariño entre sedas, velos y algodones, entre caricias estelares viví sus orgasmos y entre sus pasiones abracé el gran oleaje de sus espasmos. En su intensidad la música del cosmos logró sublimes acordes, le dió otra forma a la melancolía, lastimó la profundidad del rencor, dotó de vigor a la verdad, arrodilló al vicio en su repetida miseria, endulzó el honor y cobijó de sombras las sendas de la cobardía.
Y llegó el gemido, aquel que recoge las mieles del momento ansiado, aquel que en su regazo los poetas sentimos algo más que un simple destino, aquel que insistimos en vivirlo y poco nos es dado... Y vi que la luna llenaba de caricias al sol, en ellas enardecía su calor, su luz renacía una y otra vez en tanto resplandor, la ternura quemaba, la contorsión era magia, la palabra era una, la mente explicaba y de dentro de mi Luna, una lágrima explotó hacia su cara, esa cara que oculta, miraba con amor tanta elegancia.
Y en mi alucinación arranqué las pestañas al sol para que su luz fuera más intensa, hermosa y de su centro sacara toda su belleza. En mi desquicio limpié de cráteres mi luna para que la ternura pudiera leer en su manto aquellos versos de antaño, los de viejos amantes, los escritos por el romance, los que vienen de las estrellas y ahí los dejaron para que alguien aprendiera.
Y llegó el infinito disfrazado como horizonte de amanecer, me condenó a
mi limitado entendimiento otra vez, me apartó de tanta luz y en su pensamiento
entendí que no solo somos un átomo de polvo en el Universo, que no todos
venimos del mismo lado, que la vida es tan exuberante que en el espacio expande
eternas sus manos, que el amor, de la Gran Fuente es un legado y que debemos
aprender, que amar, no es don de solo unos cuantos.
Y ese es el legado escrito, en cada gen, en cada cromosoma, en cada estrella y en cada poro del gran espacio. El legado cósmico del amor, esa pintura en el plasma de la ansiedad, ese lienzo que la pasión pinta con su deseo en cada alma, en cada cuerpo, en cada ser, con el trazo perfecto, con el color adecuado y con la mirada de alguien que siempre, nos está esperando. Ese es el Amor Universal, el que no tiene tiempo y mucho espacio para caminar, el que no sabe de miedos ni pregunta a la soledad, el que es perfecto y se comparte mucho más allá, de nuestra pequeña densidad.
Y ese es el legado escrito, en cada gen, en cada cromosoma, en cada estrella y en cada poro del gran espacio. El legado cósmico del amor, esa pintura en el plasma de la ansiedad, ese lienzo que la pasión pinta con su deseo en cada alma, en cada cuerpo, en cada ser, con el trazo perfecto, con el color adecuado y con la mirada de alguien que siempre, nos está esperando. Ese es el Amor Universal, el que no tiene tiempo y mucho espacio para caminar, el que no sabe de miedos ni pregunta a la soledad, el que es perfecto y se comparte mucho más allá, de nuestra pequeña densidad.
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