Ven hacia mí, con tu sonrisa
por delante, con esa dulzura siempre elegante, con tus manos abiertas, con esa
lágrima que seca escribe tu historia y con ese olor de piel, perversa y
tentadora. Dime qué piensas, explícame tus huellas, desvístete completa, atraviésame
plena y así mi alma comprenderá tus querencias, tus ansias, ese deseo que en
tus ojos veo y esa ternura que en tus labios siempre leo. Ven hacia mí, pídele
espacio al tiempo, azul al cielo, brisa al mar y viento a tu abrazo, silencio a
tus besos y rima a tus anhelos, fuego a tus miedos y ponle hielo a mis pecados traviesos..
Ven hacia mí, con el corazón abierto, con
tu sangre expuesta, con el latido firme y erecto, con esa decisión que solo una
mujer lleva dentro, con esa caricia que mece aire en tus cabellos, con esa religión
que no es divina, sino parte de ese vapor que exhalas, cuando en mi fluye tu
melodía. Ven hacia mí, no temas. Le pregunté el camino a la odisea, ya limpie
cada vereda, se deshicieron las piedras bajo mis huellas, sembré pétalos, robé
tallos a las estrellas, dejé las espinas en cada cráter de mi Luna y pinté la
rosa perfecta, esa que ahora adorna cada poro de tu senda.
Ven hacia mí, con el alma hecha
libro porque ya de mis dedos las tintas escapan, con ese aceite que lubrica tus
humedades, con ese que te muestra seductora y extasiada, con ese sudor pegado,
con ese vientre terso y marcado, con esas heridas de otras aguas, que en la
memoria ya están cicatrizadas. Ven hacia mí porque te quiero toda, a cualquier
hora, en la cocina, en la cama o en la cresta de la última ola. Ven hacia mí, no
te arrepientas, vale la pena. Le compré al paraíso un pedazo de tierra, la
sembré en la séptima Luna, en sus bosques viven musas y cometas, hay luz por
donde quiera y cuando llega la noche, la caricia del amor es eterna entre velos
de algodones y exóticas sedas. Hay cien cuevas y en cada una de ellas se hace
el amor diferente, con imaginación nueva, entre gotas de lluvia, copos de
nieve, junto a una hoguera, a un lado del mar en su arena, entre tintos y
velas, con violines y olores de primavera, entre saxos y humos de una oscuridad
perversa, con inciensos y varas de vainilla, siempre con besos y dando todo,
hasta que nada queda dentro. Ven hacia mí, inventemos vida, convirtamos oxígeno
en melodía, respiremos, exhalémonos, corrompamos nuestros miedos, desgarremos
aquello que no es cierto, arranquemos su color al cielo y pintémonos de amor, hasta que nos encele el tiempo eterno. Ven hacia mí, atrévete, te prometo que sentirás distinta, entenderás la
verdadera caricia, la dulzura cuando en su azúcar es divina, esa mano que te
sostendrá en la duda, esos dedos que te escribirán profunda, ese beso que a tu
boca pegarás y jamás tu mirada de él quitarás, este hombre que te habla, porque
te siente de verdad. Ven hacia mí…
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