MIRA EL VÍDEO AQUÍ:
Ella era diferente, sumamente
bella, cara de cera, ojos de estrella, labios de duna y alma como de Luna.
Parecía que de cerámica estuviera hecha, horneada y moldeada a mi manera, dibujada
en excelsas manos, pintada, de caricias, besos y muchos regalos. Era un hada,
de otro planeta, más allá de mi galaxia, en un rinconcito lejano del Universo,
allá, donde la palabra solo se piensa y en el deseo, vuela y vuela. Se vestía
de magia, de lucecitas en sus alas, con destellos en sus pestañas y una linda desnudez
en cada uno de sus pies, que suave la dibujaba, cautivadora y extraña a la vez.
Le pregunté por qué estaba aquí, su
mirada no me explicaba. Revoloteó, se puso enfrente de mi cara, dibujó un beso,
el aire se quemó, en mi boca lo tatuó. Sentí amor, ternura, un placer sin
tiempo, una gota salada con sabor a viento, un hermoso aliento, una poesía que me besaba todo y despacito, desde dentro. Era luz, un rayo sin trueno, un
fulgor que abrazaba eterno, el centro de una estrella que me latía pleno, la
explicación última de una emoción, llena de amor y veneno.
Cerró mis ojos, me imaginó
pequeño, me sentí prodigioso, de ella lleno, me abrazó todo, me dio su mano y me llevó a un viaje,
quizás sin retorno. Cruzamos mares, montañas y valles, despegamos nubes en cada
cielo, las absorbimos como maná etéreo, me miró, la miré, me preguntó si estaba
listo, quité un pedacito de viento de mi cara y con un ¡Sí!, contesté. Gritó la
memoria, se borró la historia, cruzó mi cuerpo la densidad inquisidora, se diluía
el miedo, la gravedad era suspendida como en una noria, se presentó inmenso el
Universo y todo su olor sabía, a la rima de un dulce y eterno verso.
Mostró una senda el destino, la
más bella, no era un túnel, no caminaban almas en pena, era silencio y música, una
vereda del cielo. De tanto en tanto un ángel su ojo nos guiñaba, cien cometas
nos acompañaban, nada importaba, el amor nos enseñaba sus entrañas, cada
nebulosa sus hebras enredadas, el planeta la oquedad de su aliento y entre las
estrellas, saludamos a ese espacio, que fluía maravilloso, tranquilo y sereno.
Llegaron los colores, pintados de arcoíris y polvo de lunas, las emociones
bailaban extrañas y sugerentes danzas, la imaginación se mostró toda, no había
letras ni notas, solo pensamiento y mucho, mucho sentimiento.
Llegamos al último rincón del
Universo, una enorme bola que parecía de fuego, el calor no era intenso, era
suave, lleno de pliegos, como piel de terciopelo. Atravesamos su atmósfera, me
sentí más ligero, como lleno de algo que jamás sentí dentro, era el puro amor
que en ese planeta latía inmenso, pleno, puro y tocando siempre cada alma, con
sus brazos largos y tiernos. Me recibieron como príncipe: cabalgaban las hadas
en caballos blancos y alados, las personas eran de luz, vi a mi madre, a mi
padre, al amigo añorado, a un abuelo que no había conocido, al perrito que
dormía conmigo de niño y también a ese famoso escritor, que tantas veces había
leído. Nadie preguntaba, todos me abrazaban, era un cielo, allí estaba mi casa,
también mi cama, sus sábanas, mi almohada, mi añejo tinto y las ceras que por
la noche me cuidaban. Quizás eran o simplemente no estaban, quizás era yo quien
los creaba, quizás era la imaginación quien jugaba, pero no importaba, tampoco preguntaba.
De la vida me habían sacado y ahora era magia, una luz que caminaba, sentía
diferente, más intenso, todo era fácil, lo que quería lo pensaba, la
imaginación lo llenaba, la emoción lo vibraba, el sentimiento lo explicaba y
solo, se creaba. Era como un holograma pero con cuerpo, sólido, como si yo
fuera una fábrica o el constructor más genial en una tierra extraña. Allí
estaba, con mi familia, con amigos, con mi abuelo y con mi perrito. La casa era mucho más grande, el espacio se
creaba, el tiempo era nada. Habían sillas vacías esperando otras almas, quizás
las de mis hijos, quizás la de alguna que otra, mujer amada. Y llegó mi hada,
me dijo que aquella experiencia merecía vivirla, pero también, que no era mi
tiempo todavía, que me agarrara fuerte a sus alas, que no me despidiera, que la
educación sola se muestra y que cerrara los ojos porque me llevaría de vuelta a
mi Tierra.
Y aquí estoy, escribiendo y
recitando mi experiencia, contando los días que me quedan, porque deben saber,
que lo que hay allí, no es utopía ni quimera, solo un pedacito, de vida eterna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario