Me decías que habían colores
que contigo vería, promesas que juntos alcanzaríamos, un destino abrazado hecho
con nuestra piel lleno de regalos. Me pedías y te daba, no había duda, solo
ansia. Me vestía de caramelo y tú de boca te disfrazabas, te desnudabas, la
fogata su crepitar callaba, la Luna su velo nos daba y entre tintos y ceras,
nuestro amor chorreaba y chorreaba. Pero un día tanta magia perdió su varita,
su hada y se convirtió en nostalgia. Conocimos lágrimas, el rencor cuando
desgarra, el pensamiento vagando remordimientos, la caricia perdida en ese
rincón que ya no tocabas, el beso seco cuando el alma compungida, poco a poco
se desbarata.
Me decías que aunque otros ojos
te mirarían, yo siempre tus miradas atraparía, que serías atrevida, osada,
pervertida, pero siempre en mí, a mi lado, encima, cuando llegara del trabajo,
en la cocina, en la ducha, juguetona y jugosa, un dulce terrón de azúcar y dentro de ti,
siempre vanidosa. Pero ese día, tanta miel resbaló agria y temida, el miedo
sufría, perderte no quería, tu decisión me respiraba maldita cuando el adiós
acababa con mis días. Jamás sentiste el daño que me afligías, cuando con un
beso seco en la mejilla yo lloraba y tú, de mí te despedías.
Abriste un portal negro, un
agujero sin regreso, macabra y siniestro, donde viven las mentiras y el desamor
traicionero, una puerta a los infiernos donde los gusanos comen recuerdos, las
hienas sonrisas y las cucarachas lamen tus pechos. Sé que ahora vives en el
silencio, en un karma imperfecto, en el caos de los sentimientos, en el ansia
por el deseo. Ese deseo que sentiste perfecto, ese que explicaba cada uno de
tus momentos, tus abrazos y los míos, una mojada caricia o una tierna mirada,
un verso o de una canción sus mimadas palabras… ese deseo quedó escrito en
poesía en ese pedacito de alma, que
todavía traes dentro y no te atreves ni siquiera a mirarla. Es una muerte en
vida, un error que te transpira, un camino lleno de piedras y espinas, un
cementerio de seres posesos, un reino, el reino de los besos secos.
Hoy todo ha cambiado, mi corazón
se abrió, el tiempo lo puso en su regazo y poquito a poquito mi alma en él se
expresó. También abrí un portal, es blanco, lleno de luz, colores, risas y
vida. Es música en el día, tierno abrazo en el ocaso, un maravilloso reflejo de
Luna en mis noches y un embriagador rocío en cada una de mis albas. Me siento
poeta, escritor y pintor, dibujo el amanecer a mi antojo, el jardín con mi
verde y si no me gusta, lo pinto de oro.
Jamás tiendo mi cama, las sábanas beben
café, mi almohada despierta borracha, desnudo barro mi casa y ni siquiera la
vecina me mira extraña. Hago lo que me da la gana, me lanzo en cualquier
parapente, nado en el mar hasta acariciar su horizonte pegado, me cubro de nieve, camino
sobre piedras de río, soy libre y hasta del pecado, me río. En mi mente corto
los dedos que me señalan, me gusta ser envidia del amargado, el “buenos días”
de un semáforo, el que cierra la cantina del al lado o el que escribe y no le
teme a ser censurado. Soy yo, un ser aprendido, vivido, sufrido, llorado pero
también sonreído. Siento que la vida todo me ha dado, quizás no dinero, tampoco
regalos, pero sí un legado: un beso debe ser húmedo, sentido, largo, sincero,
profundo, cargado en deseo y jamás seco…y mientras tanto llega quien lo quiera,
seguiré mi saliva cultivando.
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