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Hoy tuve un recuerdo. ¡Sí! el
amanecer estaba recién hecho, el rocío apenas pegado a mi ventana, un pajarito
cantaba su rama y de reojo me miraba, mi almohada por fin descansaba y las
sábanas envidiaban un aire que ya olía a ese café, que solo se tuesta desde los
granos de la añoranza. Recordé un beso, un abrazo tierno, un “te amo” sincero,
ese día que decidí darme entero, la desnudez de una mujer que fotografié y que
todavía pinta mis anhelos. Recordé aquellas travesuras del niño que traigo
dentro, a un amigo que sentía eterno, a un colegio que olía a tizas, a cortos
recreos y a curas, en aquella época, todavía plebeyos. Recordé instantes,
flashes, momentos de angustias, la muerte de mi madre, el nacimiento de mis
hijos, el descanso plácido de mi padre, a una mujer, a otra y a la última, a
tantos paisajes, a tantas paredes que a mi soledad han gritado, a tantos años
que yacen perdidos, en cualquier espacio.
Despacio levanté mi cara, el
vapor del café mis gafas empañaban, en mi interior perdí la mirada, apreté
puños, solté una lagrima, afiné mis oídos y con atención escuché una voz que me
aconsejaba. No sabía de dónde venía, allí no había nadie ni nada, solo el
pedazo de silencio que la naturaleza te deja, ese pequeño nervio que sobre ti el
Universo deshebra, ese azul, que dibuja el cielo como holograma perfecto de
nuestra existencia. Me dijo que llorara el recuerdo, que lo desbaratara, que de
él recogiera lo bueno, que lo archivara, que lo hiciera efímero y después, que
con ganas, lo olvidara. Era explicación de lo vivido para ser aprendido, no
tatuado ni con fuego escrito, ese espacio tenía que quedar en blanco, el
subconsciente merece otro trato, no lo llenes de pasado, no llores toda tu vida
porque no dejarás lugar, para que amanezca mañana ni al amor, una silla en tu
alma.
Vibraron las preguntas, nadie me
contestaba, mi corazón se llenaba de
rabia, tanto silencio me abrazaba inquieto…¿Por qué no recordar aquel primer
amor, su beso tan intenso, esa lágrima que de hombre sentí en el orgasmo de mi
amada, ese gemido que me abrazaba, único, pintado en caricias y tan sincero que
todo mi cuerpo temblaba? ¿Por qué? ¿Por qué no recordar la traición cuando el
alba apenas despuntaba, aquella nota que en la mesita de noche se despedía sin
decir nada, aquellos momentos en que mis entrañas se arrugaban como papeles,
sin ortografía en las palabras? ¿Por qué? ¿Por qué no recordar mis pedazos de
felicidad, las sonrisas mirando al mar, aquel coche donde robé una virginidad,
o aquella película, donde en la oscuridad aprendí, a sentir mi humedad? ¿Por
qué?
Mi corazón empezó a latir con
fuerza, una luz me atravesó desde la coronilla hasta el fondo de mis piernas,
el cielo cambió su color, el rocío de mi ventana se despegó, llegó un trueno,
enfrente de mi se sentó y me habló: “¿Quieres quedarte en esos recuerdos?, ¿Quieres
que ese primer beso sea el único, el único que alcance tu anhelo? ¿Quieres
caminar toda tu vida entre las miradas de tus abuelos, de tus padres o quizás
entre las de tus hijos? ¿Quieres que aquel orgasmo sea el único por ti consentido,
que aquellas caricias te limiten porque crees que jamás volverás a sentirlas,
que aquellos pedacitos de felicidad sean los únicos que por tan cortos y vividos,
tapen con un dedo, todo lo que tiene para ti el destino o que aquellas sonrisas,
no puedas convertirlas en carcajadas exquisitas? A veces el recuerdo tapa,
limita, encoge el alma y el corazón debilita. A veces llora tanto que ahoga la
esperanza, te conforma y ya no esperas nada, te llena de miedos, te dice que
eso es todo, que en tus manos jamás tendrás ese destilado de puro oro, que un día
fue maná y que ahí está, solo esperando que abras la boca y pinte de otros
colores tu aura. Abre tu mundo, expande alma, libera espíritu y vuelve a vivir.
Mira lejos, tan lejos que puedas escribir como empezará la siguiente alba, tan
lejos que cuando quieras noche no abraces nostalgias sino cada estrella que
suda en la piel de tu amada, tan lejos, que tus recuerdos solo sean un
apóstrofe, en el silencio de aquel mar que ahora, yace en calma.
Llegó el rayo, se llevó su
trueno, una estrella se vistió como espía, hecha de Luna parecía, cambió de color
el cielo, el café a otros granos olía y vi como un fuerte viento estampó de par
en par la ventana. Mi disfraz era viejo, llegó el torbellino y se atrevió de
lleno, arrancó la nostalgia de mi cuerpo, un rencor al escondido deseo, las
telarañas de mis angosturas, los nervios de mis dudas, el cáliz que cada día
tragaba de mis miedos, esa melancolía que de inseguridad llenaba mi vida y ese
temblor que explicaba cada uno de mis días. Me quedé desnudo enfrente de lo
eterno, llegó la Luna, me cubrió con su velo, sentí entero el Universo, cada
vello erizó su pelo, un sudor me recorrió limpio y nuevo, una luz me cegó…era
el destino que ahora estaba blanco, hecho con papel divino, sin recuerdos, solo
con lo aprendido, esperando que por mí, ahora sí, fuera bien escrito.
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