Viajamos
kilómetros sin encontrar una salida, descubrimos paisajes que jamás hubiéramos
imaginado, navegamos sin luces en la oscuridad de una carretera, soportamos
curvas y dormimos infinitas rectas…Pero ahí estabas tú.
Sin querer
llegamos a un incierto destino, sin querer sus cuatro luces de cera invitaron
nuestro deseo, sin querer nos acogió esa playa entre los ladrillos de tanta
riqueza, sin querer aparcamos un pedazo de vida en una noche que escribiría
historia…Y ahí estabas tú.
Nos recibieron
entre algodones con sabor a limón que quitaron sudores, toallitas de
hierbabuena que saciaron labios, educación de primera que hizo temblar los
presentimientos de mi cartera y una bandejita con cuatro dulces que cobijaron mi azúcar en el temor de la
cara noche…Siempre tú a mi lado.
Habitación de
cristal, real jacuzzi que resbalaba espejos entre la desnudez de mis pies,
sedas entretejidas entre reales algodones en nuestras sábanas, verdaderas plumas de ganso en blancas
almohadas y un añejo tinto, rodeado de
exóticas frutas de bienvenida… Y tú a mi lado.
Anunciada
velada entre el erotismo de la realeza, romántica cena entre falsos gazpachos
de diez dólares y requemados cafés de antigua molida. Impertérrito sueño que
descubrió cansancios y vomitó silencios. Lluvia de estrellas en Careyes, que en mi soledad te gocé… Y ahí, ya no
estabas tú. Primera crónica de un desamor anunciado.
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