Te vi pasar
frente a mí en el autobús de tu vida. Te vi triste, ojerosa, débil y sin ganas
de vivir. Tu vergüenza me negó el saludo y en tus apagados labios solo percibí
las grietas de tanta melancolía. Sentí la profunda nostalgia de tantos años
abrazando juntos sueños y esperanzas, sentí el himno de tu tristeza desparramar
sus acordes sobre el frío asfalto, lloré tu hermoso y lacio cabello cuando lo
vi tan maltratado en un desairado nudo sobre tu cabeza.
Te vi pasar
frente a mí en la palidez de las ventanas de aquel autobús. Ojos caídos y tan secos que ni una lágrima
respiraba en ellos, piel demacrada en la búsqueda de un perdido orgullo, manos
marcadas por el duro trabajo que endulza noches ajenas. En ese instante solo
pensé que la amargura no se compra, solo se consigue por la perseverancia de
nuestros actos. En ese momento solo dejé que tu sombra pasara ante mis ojos sin
que ninguna palabra rompiera tanto silencio consentido.
Te vi pasar
frente a mí entre los humos de aquel autobús. Quise cruzar el vaho de aquella
ventana pero el alma del rencor, enmudeció mi espíritu. Quise que vieras el saludo de mi mano pero
desviaste tu mirada. Por un momento quise abrazarte pero comprendí que ese
destino que un día escribimos juntos, ahora se recitaba por diferentes caminos.
Te vi pasar, te vi pasar en el autobús de tu elegida libertad, en el autobús
donde viajan los recuerdos.
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