Vi caer esa
gota de tus labios y enamoré mis humedades, sentí silencio en tu mirada cuando
recorrió mi piel y en ella enamoré mi pasión, gocé la ternura de tus dedos
cuando acariciaron en círculos mi pecho y entre ellos enamoré mi alma. Vigilé
despacito, muy despacito cada uno de tus gestos, cada uno de tus deseos, cada
uno de tus besos y en ellos enamoré mi corazón.
Cubrí mi
noche con el mantel de tu cuerpo. En él imaginé el sutil baile de tus fresas
con el vaivén de las burbujas de mi cava, mi mente derritió blancos chocolates
en cada uno de tus poros, tu lengua resbaló quedita entre los sudores de mis
añejos tintos y entre los maduros humos de nuestra velada, inventamos el
prólogo de nuestros gemidos.
Tiré con
fuerza del mantel para que no cayera ninguna copa en el desperdicio del tiempo,
arranqué botones, rasgaste mi camisa, rasguñé elegancia en tus sedas y
empapaste con tu fuego mis algodones. Contuve y contorsionaste sensualidad,
excitaste mi vigor y sembré inquieta paciencia en tus manos, tomé por asalto tu
cuerpo y poseíste mi fuerza.
Grita mi amor
porque mis paredes convertirán en poesía tu eco. Deja que mi gemido complete la
dulzura de tu orgasmo porque en la locura de tanta pasión se escribe la música
de los ángeles. Convierte en sueño esta fusión porque la luna partirá en dos
cada uno de sus cráteres y en cada gota
de su lava, escribirá la osadía de nuestra sangre. Empaña con tu vaho las
ventanas de nuestro amanecer porque en ellas escribiré…”Me enamoré”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario