Te vi
correr despacito, muy despacito. Viajabas en una nube y el viento te llevaba de
norte a sur. Entre hilos de vapor, imaginé transparencias. Entre algodones
reconocí la dulzura de tus labios y entre diferentes aires, gocé la pureza de
tu alma. Acortaste distancias y llenaste de ternura mi paisaje, bajaste de tu
nube y palideció mi poesía al observar tanta hermosura, tanta belleza cubierta
de lluvia y miel.
Con tus
ojos encendiste mis ceras, con tu boca descorchaste mi añejo tinto y con tu voz, pusiste música a nuestra velada.
Descalzaste tus pies, deshojaste tu blusa y
en mis brazos, dejaste caer tu sensualidad. Me pediste un deseo y mis
labios tocaron tu lengua, te pedí un instante de pasión y sentí tu pecho pegado
a mi cuerpo, me pediste caricias y dejé que mis dedos resbalaran por tu espalda, te pedí amor y me entregaste tu alma.
Bendito
cielo que pusiste una de tus nubes en mi almohada, dulce paraíso que invadiste
mi noche con tu intimidad. Perversión
sobrenatural que arrancaste mis
instintos de la profunda soledad, alas de amor que abriste el candado de mi
puerta con la fuerza de tu viento,
ansiedad eterna que no dejas que entre
la luz del amanecer.
Rezo a
mis miedos para que este sueño no sea efímero, reto con mi espada a los
demonios del olvido para que no lo saquen de entre mis sábanas. Lucho contra la
tempestad de la razón para que este sueño se alargue en mis noches y pido un segundo
a la eternidad, para seguir gozando la intensidad de tanto amor.
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