Nací, viví y me
reproducí. Amé, abracé….Lloré, reí,
vibré y a veces, solo a veces me atreví a ser lo que creo que soy. Acaricié y
sentí, sonreí y expresé mi alma, lloré y nadie exprimió mis lágrimas. Ordené mi
animal y su corazón enceló mi alma, desaté furias y mi ángel devolvió la calma,
desordené mis sentimientos y el caballo de la mente pateó mi razón.
Navegué entre
bosques de fieras hierbas, caminé en mares donde las olas arañaban mi espalda,
crucé desiertos entre hostiles vientos de arenas y construí iglúes en los
mantos de mi luna. Convertí el tiempo en silencio y cuando la noche cerró mis
ojos, le arranque mil segundos a su reloj de arena, tomé el espacio entre mis
puños y al vencer su arrogancia destruí los
kilómetros de su elegancia, le dí cara al infinito y fotografié el sonrojo de
su impotencia.
Arrodillé mis
penas, abracé quien sabe qué oportunidad y en el azul llanto del cielo tatué
mis lágrimas en cien nubes, en cien truenos que jamás imaginaron un rayo. Encendido universo que
desprestigias nuestra minimiedad, soles de otros mundos que avergüenzan la
sinfonía de nuestra música, cáliz de dolor que impregnaste en nuestra piel
historias de pecado y religiones de temor.
Vida que escondes
sentidos y embarras búsquedas sin saiida. Vida
que confundes amor con dolor, tristeza con alegría y esperanza con muerte. Laberinto que destruyes
razones con la bestia que llevamos dentro, laberinto que confundes instintos
con nuestra inteligencia, laberinto del ser que no distingues el animal de la
persona…Laberinto del Centauro , laberinto de nuestra vida.
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