Me subí al
caballo de los héroes muertos, relinché pasiones entre las temerosas crestas de
aquellas olas, abrí mares y enredé mi osadía entre los poderosos vientos de sus
huracanes. Envainé la espada del trueno, cargué con suavidad las balas del
silencio, reté a duelo extrañas naturalezas y cuando el miedo arrugó mi alma,
corté de tajo las siete cabezas de mis dragones. Recogí entre mis manos los fuegos de sus secas
bocas y grité a la tempestad, el eco de mis ansiedades.
Corrí sin
cesar entre los desafíos de mis nieves, desesperé angustias, corregí brújulas,
besé polvo, fundí deseos y en mis huellas solo quedó la solitaria razón de mi
poesía. Amagué intentos, solapé falsas lujurias y mentiras, escarbé entre los
lechos de mi memoria y en un acto de profunda fé, imaginé en mis ojos los verdes
gnomos que viven en mi alcoba, las imperfectas hadas que lloran mis tintas y a
los extraños seres que atraviesan limbos y dimensiones… Costras de vida que
cubren las cicatrices del recuerdo.
Y en el
camino me convertí en peregrino de muchas sendas, en habitante de lo oculto, en
sombra de la oscuridad y en leyenda de mi propia historia. Respiré
atrevimientos que no exhalaban mi aliento, induje pecado y olvidé arrodillar
perdón. Quise arrancar lenguas que blasfemaban de la herencia de mi sufrida
inteligencia, quise encarcelar en el calabozo de la eternidad la palabra
“rencor” pero el ego del orgullo, logró
cortar los barrotes de tanta impotencia.
Fantasma que te subiste a un caballo que estaba muerto, pendenciero mendigo de amor que aún crees en los sueños, pobre poeta que recitas esperanzas donde la vida se topa ante el muro del remordimiento...Sutil fantasía que alimentas mis pesadillas.
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