Objetivo:
AMOR
Armas: DOLOR,
RECUERDOS, INSEGURIDAD E INMADUREZ.
Día: QUE NO
ESTUVIERA NUBLADO, PARA VERLO EN SU PUREZA.
Desaté la furia, apreté los dientes, juré venganza y oscurecí mis ojos.
Me alié con el pecado, las sombras escogieron la hora y el olvido se hizo a un
lado. Le prometí a la lujuria un momento, aseguré hiel en mis palabras y
envidia para todos los amantes. Reafirmé soledades, arañé envidias y resané los
espejos del orgullo. Abrí mis manos y en mis puños, estrujé nostalgias y
melancolías. Puse viejas músicas a mis pies y les pateé el trasero tan fuerte
como pude, leí todas las poesías que conseguí y obligué a la memoria a
convertirlas en cenizas de vida.
Y llegó el día: Preparé mis armas, les di rencor y les puse una gota de odio en cada uno de sus gatillos. Convertí mi corazón en martillo y mi alma en cuchillo. Sequé lágrimas y afilé dientes. Mordí mis labios, esperé el momento y apunté los ojos al objetivo…Me acerqué y me cegó su luz, escuché la suavidad de sus gemidos y el calor de sus abrazos. Sentí de lejos, ternuras que nunca conocí, anhelos que poco a poco se transformaban en sueños, humedades que invadían mares de elegancia, sabores que traspasaban mi boca como lanzas de fuego…Y en un descuido, sentí una caricia, una caricia de amor que envenenó mi alma y desarmó mi corazón.
En
mi rendición le juré lealtad, le prometí libertad y lo convertí en religión. Lo
abracé en la generosidad y dejé que mi alma acariciara su eternidad. Saqué un
suspiro de mi corazón y lo transformé en lágrima, esa lágrima que ahogó el
rencor. Obligué a mis sentimientos a convertirse en viento y así matar mi
dolor, me propuse vivir para madurar y leer en la experiencia, para que tanta inseguridad se suicidara en sus malditas enredaderas.
Me
perdí en un combate que nunca debí empezar. Me perdí en una odisea que va más
allá de cualquier poder…Me perdí en combate, en un combate en el que siempre
gana el AMOR.
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