Ven, hagamos un trato. Escúchame
bien. Te venderé una caricia y tú la comprarás, te regalaré un beso y en tu
boca lo envolverás, un aliento me susurrarás y una palabra, mi garganta
suspirará. Te cubriré con mi noche y de
Luna te disfrazarás, te miraré desnuda y en mi sudor tu deseo bailará, te
probaré sin parar, me olerás sin respirar, resbalaré por tu cuerpo y serás
brisa en mi mar, arquearás la espalda y todo mi hombre, te poseerá.
Entre dos ceras te
dejarás amar, entre mis tintos me saborearás, el placer será divino, el amor
consentido, el deseo compartido y también el destino, ese camino que tu y yo, escribiremos
hasta su epílogo. Te miraré, tu alma cruzaré, tu corazón en mi piel sentiré, tus
miedos atravesaré y cuando en mis brazos me des tu querer, también me darás,
toda tu mujer. Me mirarás, cada rincón de mi ser acariciarás, con sensualidad me
dibujarás, un beso atrevido pintarás, bajo mi vientre, en el cuello y por toda
mi barba, entre las piernas, sobre cada arruga de mi cara, en cada grieta de mis labios y también, en
cada hebra mojada, sobre la membrana de mi alma.
Y será entonces que
el trato se firmará: con el cielo y un violonchelo, con el mar y la eternidad,
con cada nube y con cada poro que muestre tu ansiedad, con el ángel que te
guarda y el arpa de la verdad, con el silencio y con ese suspiro que en el alma
cose despacito, cada poema, que escriben nuestros gemidos. No habrá vuelta
atrás, por siempre me tendrás que amar, será obligación y esa dulce sensación
que jamás nos abandonará, también un derecho que en nosotros, sembrará
libertad.
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