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sábado, 24 de noviembre de 2018

LA CONTRA DE LA DANZA.


          Ruge el cielo su tormenta, silba el viento más allá de cualquier vereda, revienta el trueno su cornisa, deshace todos los mimbres conocidos el cometa. Todo es ilusión y fantasía, temblor y osadía, la contra de la danza llegó a mi vida y les explicaré por qué a veces mis acordes no vivían y tampoco mi sonrisa.
          Primero embriagaré mi razón para que el miedo no sea condición, después prenderé una cera, le pediré al temor su rendición y al hombre que mire a otro lado, a la mujer que su despecho sea controlado y a cualquier niño que me lea su venia, porque de sueños, están hechas mis letras.
          Lamía el León una hiena, ella se reía mostrando pasión, la culebra los miraba inquieta y entre las sabanas de viejas selvas, una historia escribía su condición: era año de nieves y las sienes no encontraban sus frentes,  con lo que podían ayudaban las cejas, las pestañas se rendían ante ojos tan prominentes, no cualquier boca hablaba y las palabras reposaban en la mente. El solsticio se negó a cruzar su estación, el meridiano se quitó la hora de encima, el humano no existía y por ende la ignorancia dormía y dormía. Todos eran sabios, las plantas, las rocas, los ríos y también las alegorías. Frunció el ceño una amatista, mientras tanto una montaña se desvestía de calor que tenía, la nieve caía y caía, el mar ya tanta agua no quería y le pedía al río que aguantara tanta osadía, que no era invierno todavía y que tanta sal, al final en la nada se diluiría.
          Llegó el primer turista, el atrevido que se ganó de otro planeta la lotería. La Tierra era suya, no había competencia solo un aire con sabor a vicio y fresa. Lo respiró primero, se desnudó después, miró y remiró, vio que no había mujer, se sintió solo, pensó, un sentimiento nació, el acto emocionó y una mujer creó. Le dijo “hola” le contestó con un “adiós”, insistió y un “pregúntale a Dios” se llevó. Cabizbajo se retiró. Se durmió y el segundo día llegó. Ahí estaba la mujer, hermosa, bella, seductora, sensual y cautivadora. Se preguntó si tan excelsa creación era de él, la mujer su telepatía leyó, le dijo que no, que solo sus ojos eran a su semblanza, que su cuerpo era de Dios y que su alma, todavía estaba en divina discusión. ¡Hummm! Pensó el turista. La mujer le preguntó: ¿quieres crear mi alma? El hombre pensó, meditó, imaginó, un sentimiento de otro cielo lo embargó, le gustó, lo soñó…Y un alma se creó. Cerró los ojos aquella mujer, una intensa luz toda la Tierra cegó, el amor se olió y en aquellos ojos algo sublime se creó: calor y viento, deseo y anhelo, azabaches y flores de almendro. Sorprendido, el turista la mano le dio. La mujer asintió. El turista se atrevió, aquella mujer no cedió. Empezó un juego de palabras, intenciones y negocio entre almas.
             Intentó el hombre cambiar los sentimientos de aquella mujer, sus decisiones, sus creídos desórdenes, la religión que no tenía y hasta los hábitos que quizás de alguna bacteria poseía. No hubo manera. El turista insistía, la mujer no consentía.
             Cansado de carne y mente, con el cerebro seco y algo de su cuerpo bien tieso, sacó del imaginado bolsillo su mano y pensó en ahogar sus pasiones como lo hacía antaño. La mujer se le acercó, lo acarició, puso entre sus piernas un poco de vaho, con un labio su boca rozó, el hombre se ruborizó, se calentó, frío sudó, también dudó. La mujer insistió, su pezón al velludo pecho acercó, el hombre cedió y cuando todo el volcán lamía lavas a su alrededor…la mujer se levantó y con gran estupor exclamó: “de ti soy superior, jugaste a ser Dios y el sueño te sobrepasó, tanta imaginación un hermoso ser en mí creó, en el deseo mi cuerpo perfecto nació y en el desordenado revoltijo de tus sentimientos, un gran amor en mi dentro se creó. Un amor a lo eterno, no al hombre sino al cielo, no a tus silencios sino al ruido del Universo, no a tus pasiones y sí a los brazos de cualquier albedrío hecho viento. Soy lo que debo ser y no parte de tus miedos, soy inteligente y no cómplice de las ignorancias en tus celos, soy mujer y por tanto, libre en mis anhelos”.
            Entendió el hombre que debía crecer, reinventarse como otro ser, ver más allá del límite a tanta languidez para después, una mujer poder merecer. Se convirtió en mono y de cada árbol aprendió, en pájaro y su mirada expandió, en perro y la fidelidad comprendió, en delfín y diferente respiró, en niño…y otra vez soñó. La mujer de lejos lo miraba, el aprendizaje costaba pero ante tanto empeño, algo la enamoraba. Aquel hombre diferente se mostraba, blanca era su alma, su cuerpo cuidaba, exquisito olor sudaba y cuando un desacuerdo llegaba, siempre recurría a la palabra. También la ternura llenó sus manos, la caricia sus dedos, la sincera humedad  sus ansias y el día que por fin la tuvo en sus brazos, ella consintió, en él se refugió y con ambos de amor preñados, explotó la poesía, de tantos sentimientos guardados.
            Hombre y mujer deben estar al mismo nivel, en ese nivel donde lo espiritual copula con el ser, donde el alma es escrita con semejante tinta y donde el corazón late con la sangre del otro, sin condición y con la misma rima.
         



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