La juzgaron por ser diferente, la
desnudaron, vejaron y todos con morbosa estampa la miraron desde la acera de
enfrente. La sentencia era inminente, demasiados jueces, jurados incompetentes,
luces y taquígrafos que por doquier esperaban su muerte. El tiempo de falsa
espera fue preñado y el juramento gritó sobre una Biblia que solo era un gran
amaño. Llegaron de todos lados, del Sinaí a la región de los Grandes Lagos, de
la Antártida, del Egipto de los falsos
magos, también de Babel algunos bajaron, de Lemuria y de la Atlántida y sin
dudarlo, en un gran acuerdo por todos sellado, la sentenciaron.
Era una muerte en vida, una
gran red sería tejida, los colores desaparecerían, los árboles siempre viejos
serían, los sentimientos simplemente no estarían y la enfermedad en cada ácido
cuerpo se perpetuaría. Todo sería distinto, la serpiente mandaría, el sabio
callaría y después se iría, sobre tablas de piedra la historia convenida se
escribiría, la rutina sería bienvenida y el poder del dinero en unos cuantos, por
siempre prevalecería. El trabajo explicaría vida, la envidia la falta de
autoestima, el egoísmo una supervivencia mal entendida y la guerra, el negocio
perfecto de una economía perversa y dirigida donde el más débil se aniquila y
el político sigue sentado en su silla.
Por siglos todo fue controlado,
desde los medios a los bancos que seguían estafando con intereses desorbitados,
los cielos y también las cosechas de los campos, científicos no alineados
fueron callados, terremotos provocados, huracanes enfurecidos con artificial
mano, vacunas con mercurio contaminadas y hasta el aire era constantemente
fumigado. Dotados con gran tecnología solo deshechos en las tiendas vendían,
inventaban mentiras, miedos y cambios climáticos que no existían. Les vendieron
un viaje a la Luna que fue película, telenovelas que pensar en ellos no
permitían, una educación restringida y reprimida mientras los cuentos también
en el subconsciente, mentiras escribían.
Le dieron valor al cuerpo, olvidaron el alma, pusieron en sus manos sus
conciencias y cuando menos lo esperaban, apretaban el puño con todas sus
fuerzas, las exprimían hasta la última gota y poco a poco sembraban en ellas,
otras historias.
Un día regresaron aquellos
sabios, si, aquellos que habían callado y marchado. Esos que leían conciencias
y que ahora sabían que se habían equivocado. Fueron silentes ante el jurado e indiferentes
ante la sentenciada, quizás cobardes ante la serpiente y seguro llegaron con el remordimiento entre sus
dientes. Coparon todos los cielos, semillas estelares por doquier repartieron,
el despertar sería lento pero consistente, necesario y a la vez un legado que
por deuda, era pertinente. Atacaron a la serpiente, a sus secuaces y a los
falsos e iluminados terratenientes, bajo tierra los sometieron, les quitaron su
frecuencia y los sentenciaron a esperar el día en que serían expulsados por
siempre del planeta.
Poco a poco regresaron los
colores, primero el rojo, después el verde y el amarillo y terminó con la
palabra azul en el diccionario de nuestro cielo. También fueron más intensos,
brillantes y consistentes. Los sonidos eran diferentes, el aire limpio y el
agua tan pura que no había gota que transparentara del polvo una mota. La
Tierra empezó a vibrar, su frecuencia cambió, la conciencia se expandió, la
vida todo abrazó, cada alma su cuerpo llenó y cada ser conoció su Luz, sin
miedo ni temor.
La humanidad fue juzgada y
sentenciada, por siglos engañada y en una tejida red encarcelada. ¿Y
ahora?...¡Llegó el despertar!
Descubrió el mar que tenía
estrellas, el cielo que estaba cubierto por olas, la Luna que dentro tenía un
Sol, el grillo que aquel sonido no era un canto y el Universo que era más
grande que él mismo. Robó el acorde las teclas de un piano, un niño soñó
despacio, el mendigo a la vida le dio un abrazo, el ciego vio lo que el sordo
escuchaba, la miel voló sobre su abeja y la poesía al no saber qué escribir, se
escondió en una frente, entre ceja y ceja.
Era el último día, el principio de
todo y el final de la nada. El ser humano despertaba, el rocío quitaba sus
lagañas, el viento con fuerza azotaba su cara, el aire de oxígeno se llenaba y
con generosidad, el espacio dejaba que se expandiera sin límite cada una de las
almas. Se deshacía el viejo holograma, la mátrix no resistía, en hebras se
convertía y poco a poco, hilo a hilo, una falsa consistencia podrida caía y
caía sobre el suelo de un infierno que ya ni azufre tenía. El poder desesperado
gritaba, el dinero gemía, las ciudades ya eran distintas, la naturaleza sus
colores reconvertía, brillantes y nuevos por doquier existían. El amor no se
hacía porque siempre era, solo la emoción lágrimas exhibía, el abrazo era
saludo de día y cada noche, era de la caricia. Las preguntas al pensarlas eran
contestadas. Lo que alguien quería, lo meditaba, lo sentía, lo emocionaba y
siempre se creaba. El amanecer distinto se pintaba, unas veces de alba, otras
de ocaso con ocres perfectos y tonos esmeraldas, otros de noche estrellada pero
siempre lleno de brisa y rocíos, empapando seres y plantas. No habían tiendas
ni bancos, tampoco políticos mandando ni ladrones robando, se vaciaron los
libros y en sus blancas hojas escribió un señor que copiaba de los archivos del
akásico. Se reescribió la historia, se mostró tal y como fue, sin mentiras ni
amaños, solo con verdad y consejos de viejos sabios. La educación cambió porque
la memoria de otras vidas a cada uno regresó. Ya no era menester aprender a
sumar, tampoco en la geografía nadar o escalar, la verdadera ciencia estaba
hecha y completa, las religiones eran leyendas de otra humanidad y en las
escuelas, solo los guías del espíritu enseñaban el verdadero y nuevo caminar.
Todo era, lo necesitado se creaba sin cesar, toda la naturaleza se reproducía sin parar, frutas,
verduras, semillas, agua de una pureza sin igual y también del cielo caía un
nuevo maná. Nadie se alimentaba de seres que hubieran tenido cara o corazón, la
dieta era alcalina por condición y la enfermedad no vivía porque su cultivo en
nuestra acidez, simplemente no existía. Todo era memoria y vida. Poco a poco
aprendimos a vivir sin tiempo, también el espacio lo comprendimos etéreo,
abrimos nuevos portales y cerramos puertas a los inframundos ancestrales,
convivimos con seres de todo el Universo
y por fin supimos que hay millones de cielos, “n” dimensiones y vida mucho más allá del conocimiento. Somos
parte de la Original Fuente y como ella, eternos.
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