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domingo, 4 de noviembre de 2018

ETERNOS


                La juzgaron por ser diferente, la desnudaron, vejaron y todos con morbosa estampa la miraron desde la acera de enfrente. La sentencia era inminente, demasiados jueces, jurados incompetentes, luces y taquígrafos que por doquier esperaban su muerte. El tiempo de falsa espera fue preñado y el juramento gritó sobre una Biblia que solo era un gran amaño. Llegaron de todos lados, del Sinaí a la región de los Grandes Lagos, de la Antártida,  del Egipto de los falsos magos, también de Babel algunos bajaron, de Lemuria y de la Atlántida y sin dudarlo, en un gran acuerdo por todos sellado, la sentenciaron.  
                 Era una muerte en vida, una gran red sería tejida, los colores desaparecerían, los árboles siempre viejos serían, los sentimientos simplemente no estarían y la enfermedad en cada ácido cuerpo se perpetuaría. Todo sería distinto, la serpiente mandaría, el sabio callaría y después se iría, sobre tablas de piedra la historia convenida se escribiría, la rutina sería bienvenida y el poder del dinero en unos cuantos, por siempre prevalecería. El trabajo explicaría vida, la envidia la falta de autoestima, el egoísmo una supervivencia mal entendida y la guerra, el negocio perfecto de una economía perversa y dirigida donde el más débil se aniquila y el político sigue sentado en su silla.
                Por siglos todo fue controlado, desde los medios a los bancos que seguían estafando con intereses desorbitados, los cielos y también las cosechas de los campos, científicos no alineados fueron callados, terremotos provocados, huracanes enfurecidos con artificial mano, vacunas con mercurio contaminadas y hasta el aire era constantemente fumigado. Dotados con gran tecnología solo deshechos en las tiendas vendían, inventaban mentiras, miedos y cambios climáticos que no existían. Les vendieron un viaje a la Luna que fue película, telenovelas que pensar en ellos no permitían, una educación restringida y reprimida mientras los cuentos también en el  subconsciente, mentiras escribían. Le dieron valor al cuerpo, olvidaron el alma, pusieron en sus manos sus conciencias y cuando menos lo esperaban, apretaban el puño con todas sus fuerzas, las exprimían hasta la última gota y poco a poco sembraban en ellas, otras historias.
                Un día regresaron aquellos sabios, si, aquellos que habían callado y marchado. Esos que leían conciencias y que ahora sabían que se habían equivocado. Fueron silentes ante el jurado e indiferentes ante la sentenciada, quizás cobardes ante la serpiente y seguro  llegaron con el remordimiento entre sus dientes. Coparon todos los cielos, semillas estelares por doquier repartieron, el despertar sería lento pero consistente, necesario y a la vez un legado que por deuda, era pertinente. Atacaron a la serpiente, a sus secuaces y a los falsos e iluminados terratenientes, bajo tierra los sometieron, les quitaron su frecuencia y los sentenciaron a esperar el día en que serían expulsados por siempre del planeta.
                 Poco a poco regresaron los colores, primero el rojo, después el verde y el amarillo y terminó con la palabra azul en el diccionario de nuestro cielo. También fueron más intensos, brillantes y consistentes. Los sonidos eran diferentes, el aire limpio y el agua tan pura que no había gota que transparentara del polvo una mota. La Tierra empezó a vibrar, su frecuencia cambió, la conciencia se expandió, la vida todo abrazó, cada alma su cuerpo llenó y cada ser conoció su Luz, sin miedo ni temor.
                La humanidad fue juzgada y sentenciada, por siglos engañada y en una tejida red encarcelada. ¿Y ahora?...¡Llegó el despertar!
             Descubrió el mar que tenía estrellas, el cielo que estaba cubierto por olas, la Luna que dentro tenía un Sol, el grillo que aquel sonido no era un canto y el Universo que era más grande que él mismo. Robó el acorde las teclas de un piano, un niño soñó despacio, el mendigo a la vida le dio un abrazo, el ciego vio lo que el sordo escuchaba, la miel voló sobre su abeja y la poesía al no saber qué escribir, se escondió en una frente, entre ceja y ceja.
             Era el último día, el principio de todo y el final de la nada. El ser humano despertaba, el rocío quitaba sus lagañas, el viento con fuerza azotaba su cara, el aire de oxígeno se llenaba y con generosidad, el espacio dejaba que se expandiera sin límite cada una de las almas. Se deshacía el viejo holograma, la mátrix no resistía, en hebras se convertía y poco a poco, hilo a hilo, una falsa consistencia podrida caía y caía sobre el suelo de un infierno que ya ni azufre tenía. El poder desesperado gritaba, el dinero gemía, las ciudades ya eran distintas, la naturaleza sus colores reconvertía, brillantes y nuevos por doquier existían. El amor no se hacía porque siempre era, solo la emoción lágrimas exhibía, el abrazo era saludo de día y cada noche, era de la caricia. Las preguntas al pensarlas eran contestadas. Lo que alguien quería, lo meditaba, lo sentía, lo emocionaba y siempre se creaba. El amanecer distinto se pintaba, unas veces de alba, otras de ocaso con ocres perfectos y tonos esmeraldas, otros de noche estrellada pero siempre lleno de brisa y rocíos, empapando seres y plantas. No habían tiendas ni bancos, tampoco políticos mandando ni ladrones robando, se vaciaron los libros y en sus blancas hojas escribió un señor que copiaba de los archivos del akásico. Se reescribió la historia, se mostró tal y como fue, sin mentiras ni amaños, solo con verdad y consejos de viejos sabios. La educación cambió porque la memoria de otras vidas a cada uno regresó. Ya no era menester aprender a sumar, tampoco en la geografía nadar o escalar, la verdadera ciencia estaba hecha y completa, las religiones eran leyendas de otra humanidad y en las escuelas, solo los guías del espíritu enseñaban el verdadero y nuevo caminar. Todo era, lo necesitado se creaba sin cesar, toda la  naturaleza se reproducía sin parar, frutas, verduras, semillas, agua de una pureza sin igual y también del cielo caía un nuevo maná. Nadie se alimentaba de seres que hubieran tenido cara o corazón, la dieta era alcalina por condición y la enfermedad no vivía porque su cultivo en nuestra acidez, simplemente no existía. Todo era memoria y vida. Poco a poco aprendimos a vivir sin tiempo, también el espacio lo comprendimos etéreo, abrimos nuevos portales y cerramos puertas a los inframundos ancestrales, convivimos con seres de todo el  Universo y por fin supimos que hay millones de cielos, “n” dimensiones y  vida mucho más allá del conocimiento. Somos parte de la Original Fuente y como ella, eternos.




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