Tócame, pon tu mano alrededor de mi
cuello, deja que tus dedos se enreden entre mis cabellos y ahora despacito,
susurra en mi oído tu placer prohibido. Cierro los ojos, es tu lengua la que me
siente todo, mi oreja, el nervio en mi quijada, cada ardor en mi garganta, en
mi cara, en lo partido de mi barba, en cada poro que abres con tu ansia y
también en cada pestaña cuando tus labios las abrazan.
Que sea tu aliento quien
provoque mi alma, ese vapor caliente que desde tu dentro a mi boca pegas con
ganas, esa lujuria que sabe a pecado y quiero probar en cada una de sus formas
y también su dulce fragancia. Enséñame
el poder de tu celo, desabróchate la blusa, quiero absorber tus senos, cada
gota, cada ternura, cada suavidad que me toca como bruma, cada latido de un
corazón perfecto…cada uno de los versos que en tus pezones, riman con nuestro
anhelo.
Pégate a mí, píntame de cielo,
con tus besos y la caricia de tus manos entre los vellos de mi pecho, con tus
labios, con esas burbujitas que nacen de tu aliento, también con esas palabras
que erotizan tanto mis sueños y con esa mirada que enciende ese fuego que por ti,
traigo dentro. Hazme hombre, humano y pecado de tus infiernos, excusa de tus
miedos, el primero en profanar tu cuerpo y el último en sentir, todo lo que
para mí es de ti, un prohibido deseo.
Siénteme como trofeo, hazme tuyo,
deja que mi prisa sea tu tiempo, mi piel ese lodo que atraviesas completo, mi
vientre el palpitar irreverente en cada mordida de tus dientes, mis piernas ese
mar donde se mojan tus sienes y mis escalofríos el punzante deseo que como
hombre goteo despacito cada vez que siento tatuado el calor de tu libre albedrío.
No te detengas, mi orgasmo te venera, por toda la espalda, entre mis muslos,
desgarrando mi cadera, confundiendo piernas y cerrando mi garganta hasta que tu
alma entera me posea. Tu humedad es sincera, el abrazo perfecto, la sensación
etérea y el roce suave de tu clítoris, la seducción, que mi vida desea.
Enséñame de ternuras, de caricias
y miradas profundas para que el después no sea aciago ni tenga ninguna duda.
Enséñame como cruzar tanta dulzura por entre tus brazos, a probar tus besos
cuando salga ese niño acobardado, a nadar en sueños cuando el rocío nos pegue
empapados y también a saber que vivo completo, cuando en ti, escribo mis
orgasmos. Enséñame, porque hoy me hiciste sentir hombre, divino y también, el
mejor de los humanos.
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