Recuerdo esa mañana cuando después de ti, mis huellas pisaron por
primera vez aquella arena, recuerdo la húmeda nostalgia pegada a mis pies…Recuerdo
tu sal pegada a mi alma y tu viento
acariciando mi cara. En ti, explico mis días, en ti todavía vibro y por ti,
todavía soy capaz de morir.
Regresé
a tu mar para sentir, regresé donde una vez el amor se hizo eterno y el
sentimiento, escribió su infinito. Regresé al nido de nuestro silencio, ahí donde
las olas eran melodía, donde las gaviotas graznaban nuestros versos, donde el
cielo vivía pegado y donde las estrellas
prendían cada noche sus dulces velas.
Quise
revivirte, llorarte y amarte en una memoria, que solo arrastra lágrimas y
errores. Quise poseer otra vez ese espacio que un día llenó de temblor mi alma,
de poesía mi corazón y de pasión la ternura de mi piel. Porque jamás entenderé
amor, si no son tus manos las que me abrazan, si no son tus ojos los que me
explican, si no son tus sudores los que huelo…Si no es tu espíritu quien me
posee.
Y en
nuestro mar, acerqué la desnudez de mi cuerpo a su espuma, acerqué mis errores
a su inmensidad, acerqué mi pasión… Y me llenó con sus tibias burbujas. Vibraron
mis ojos y nacieron lágrimas, sintió mi piel y surgieron viejos escalofríos, tembló
mi boca y en sus labios se envolvió otra vez tu sal, gritaron mis dedos y solo
pudieron recoger antiguas arenas que en su textura…Aún olían a ti.
Desafíe leídos dioses y hostigué la incipiente luna, vomité rencores y
vanos remordimientos, encarcelé sueños y en la perplejidad de tanto sentir,
contemplé absorto la intensidad del manto de nuestro mar. En su magia se convirtió en espejo y en él,
reflejó las mil nubes del Universo… Levanté la mirada y ahí estabas: Eras nube,
suave y blanca, esponjosa y llena de miel, tierna y cálida…Vapor de ángel y
algodón de alma, silueta y contorsión de mis infiernos, beso y eternidad,
Amor…Demasiado Amor para recordar.
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