Te vi
sentada en mi playa sobre un banquito de arena, tocando un piano hecho de
conchas y corales. Tersas teclas de marfil, refulgente azabache, crisol de mar
que conviertes olas en notas, brava espuma en sentimiento y la sal del cielo en
un pentagrama lleno de amor. Dulce piano que en sus manos fundes acústica con
aliento, pensamiento con envenenado deseo y una caricia, en gotita de pasión.
Sentir
palpitar ese piano es vibrar piel con piel porque en cada una de sus notas
surge el atrevimiento y la imaginación… Pintar nubes y llenarlas de viento y
algodón es dejar que mi lengua recorra despacito tus labios, cerrar tus ojos y
abrazarte es gozarte, escuchar tus versos y consentir sus lágrimas es amarte… Hacer
el amor contigo es dejar que ese piano hable, que nos estremezca su música y
que su melodía nos transporte a la eternidad.
Poseído
piano en la suave ternura de una mujer, sensibilidad de seda, inspiración hecha
miel y poesía de cielo que renaces cada segundo en sus dedos. Escalofrío y
excitación, desnudez de alma y erótica transparencia en cada una de sus notas.
Concierto de los sentidos, arpa de ángeles y cueva de sabios druidas. Salvaje
magia en el despertar de mis anhelos, ilusión que poco a poco perviertes mi
sueño, porque escucharte en sus
manos es maná para mi corazón,
contorsión para mis sentimientos y seducción para mi alma.
Piano y
mujer…Música y perfección.
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