Desde el
momento que te conocí, escuché los susurros de tu corazón a mi alma. Le pedí al
viento que callara los rumores entre tanto grito, pero mi esfuerzo fue en
vano. Le pedí al cielo una prueba de tu
pureza y cesó la lluvia, creció su azul y en el horizonte desplegó la
majestuosidad de su arcoíris.
Inventamos un
camino y de la mano juntamos palabras. Sugerimos tiempo y el infinito enrojeció
su cara, pintamos de luz la sombra de nuestras historias y dejamos que el
destino, reinventara nuestra vida. Pisamos con firmeza el barro de la
intolerancia, vencimos las envidias del “qué dirán” y en la dulce agonía del
pecado… Juntamos pieles, hasta el goce eterno de nuestros cuerpos.
Jamás miramos
atrás, prometimos lealtad y juramos fidelidad. Embarnecimos nuestra pasión y
jugaron en ella nuestros más profundos deseos. Intercambiamos educaciones y juntamos
tradiciones, callamos por siempre los falsos silencios del orgullo y juntos,
rompimos el espejo de nuestros miedos.
En cada amanecer,
nos llenamos de vida. Gota por gota
absorbíamos la dulce savia de su rocío y nuestras miradas siempre cruzaban sentimientos,
oliendo a café. Besamos transparencias y erotizamos cada sorbo como si fuera el
último. Una y otra vez desplegábamos sábanas de cama recién hecha y en nuestra
osadía, retábamos sonrisas donde los demás solo veían lágrimas.
¿Qué nos pasó, que ahora ya no estamos juntos?
¿Que te pasó, que ahora dejas que otros brazos abriguen tus noches?
¿Qué me pasó, que solo escucho tu recuerdo cuando grita mi soledad?
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