¿Sabes porque escribo sobre amor? Porque me
gusta sentirlo. Uno puede sentir miedo, vergüenza, dolor, distancia, ausencia,
soledad … Pero cuando uno siente AMOR, siente valor, ternura, éxtasis,
confianza, placer, orgullo, seguridad y hasta el recuerdo se llena de olvido y
empieza a escribir sus nuevas páginas. Claro está, esto lo sentimos en
propiedad, como algo que solo nosotros conseguimos, como algo que el Creador
plantó en nuestro corazón y a la par en otro. Y en esto conformamos nuestra
existencia…Estamos enamorados, estamos plenos y el mundo nos da igual que
ruede, que se deslice o que bote como pelota.
En el
fondo, somos irracionales, viscerales e idiotas. Jamás reconocemos errores,
carencias o imperfecciones. Nos creemos
únicos y quizás lo somos, nos sentimos racionales y sensitivos y quizás no lo
somos tanto. Nos conocemos por lo que aparentamos y seguro luego nos
arrepentimos, bebemos del mismo trago sin conocer la mano que llevó la copa a
nuestra boca y en nuestra burra insistencia, nos llenamos de los mismos errores
una y otra vez. No hace falta que alguien tire la primera piedra, porque cada
día escondemos un montón y nos llenamos
de cólicos nefríticos que no entendemos.
Cuentan
locos sabios que somos polvo de estrellas, migajas de algún cometa o chispas de
lejanos vientos. Negros, blancos o amarillos. Ciegos, sordos o poetas locos.
Nobles, farsantes o simples ladrones. Esquizofrénicos, bandidos u homicidas…
¡Qué más da! Somos raza humana y por ende iguales…Pero nos sentimos más que Dios,
somos juez y por la espalda, nos están juzgando. ¡Qué ironía! Y así, comemos
Tiempo y vida, y en nuestra inmadurez, jamás nos soltamos de esa baja rama que nos
ubica en el lugar indicado, en el gran árbol
de la creación.
Quiero
contarles una historia, una historia más allá de la conocida razón y más allá
de la imbecilidad mundial. Cuentan los dioses en sus tertulias de café que
existe una Galaxia cultivadora de almas. A cada una se le asigna un número, un
destino y un espíritu. El número es aleatorio, el destino es albedrío y el
espíritu, se deja que crezca para que los dioses lo analicen. Cuando el alma
entra en madurez, el espíritu analizado ejerce el trabajo de buscar un cuerpo
capaz de escribir la libertad de su destino. Cuanto más perfecto es el
espíritu, menos necesitará de un perfecto cuerpo. Y es entonces cuando en la
perfección nacen nuestros angelitos, esos seres que en nuestra idiotez llamamos
diferentes con sumo desprecio, cuando la verdad es que son diferentes por su
perfección de alma y espíritu. Seres que rayan la Luz en sí mismos, cuando
nosotros tardaremos siete vidas en conseguir uno de sus destellos. Seres que
nacieron para aprender de ellos y nosotros solo sabemos gritar su
diferencia…Seres que son PURO AMOR, cuando nosotros estamos años luz de
entenderlo.
Son
angelitos que llegaron para que entendiéramos que la perfección está en el alma
y el destino en el libre albedrío del espíritu, no en la superficialidad de una
bonita cara ni en la abundancia de una amañada cartera. Son seres de Luz, de
Amor y copia de la divinidad. Por favor aprende de ellos, pues solo eres un
número más, un alma inmadura y un espíritu incapaz de escribir su propio destino…Cuando
ellos, en el momento que llegan a tus brazos, ya te lo están escribiendo y
llenando de AMOR.
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