Construí una calle y la llamé soledad. Llené
su alma de medias luces, su corazón de oscuras fachadas y su piel de agrietadas
pisadas. Le pedí a la noche que por siempre fuera su día y a la Luna que
menguara su resplandor cuando alguien estuviera en ella. Por años fue mi calle,
la calle de mis nostalgias, la calle de mis miedos y la calle de mis añoranzas.
Cuando la lluvia entraba, sus paredes se llenaban de ventanas y entre sus vahos
se distinguían ancestrales siluetas, marcadas por un mismo destino: la
tristeza. Ahí estaba mi viejita cosiendo, la vecina remendando un viejo
vestido, la comadrona ayudando a parir, el borracho dormido entre dos velas y
el viejo soñador a punto de morir, viendo la lluvia caer y esperando el rayo
que le explicara eternidad.
Las
huellas no quedaban en ella, pues era parte del profundo silencio. Se
distorsionaban las voces como eco en precipicio, un precipicio donde las
palabras se comían a las emociones. Se perdían los latidos, pues era una calle
sin sangre…Y cada día la noche era más y más oscura. Y llegó el día que ni las
sombras entraban, el oxígeno se desprendió de su atmósfera y el calor creció
duro y seco. Se resquebrajó su memoria, a pedazos se cayeron sus paredes y se
abrió el suelo. Surgieron demonios y oscuras entidades, quiso entrar el deseo
pero lo abrazó el pecado, quiso la pasión prender su chispa y el mar de los
celos la apagó… Quiso el sueño nacer y el orgullo se convirtió en religión, la
inteligencia en razón inquisitoria y la ilusión…La ilusión, jamás tuvo una
oportunidad.
Fui su prisionero, honorable huésped de
mi soledad e idiota humano que creí que mi calle sería un refugio seguro. Pero
un día mi calle se llenó de azul, de ese azul que solo el cielo puede pintar,
de ese azul que solo la intensidad puede explicar, de ese azul que solo tu mar
puede dibujar. Ahí estabas tú, solo mirándome, solo dejando que tu boca dijera
“Te amo”. Me arrodillé en mi calle sin suelo, miré las paredes que ya no
estaban y me perdí en tu mirada. Sentí tu amor y empecé a escribir un sueño, la
calle se abrió y por ella empezó a caminar el deseo, voló quedita la pasión, la
inteligencia se desprendió de viejas inquisiciones y la ilusión…La ilusión tomó
por asalto mi corazón. De repente la calle era sueño, las paredes blanqueaban
luz, el suelo se convirtió en duras barras de chocolate y miel, el Sol robó a
la noche sus días y mi alma escribió un poema, ese poema que convirtió esa
calle llamada soledad, en esa calle que a partir de ahora, escribirá tu nombre
en cada una de sus pisadas.
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