En un
lugar, donde el hombre sembró piedras, encontré un corazón. En él vivía un
pequeño latido, hermoso y casi perfecto, valiente y sediento, vigilante pero
sereno. Me vió, dibujó una ilusión en su sangre y en el atrevido deseo, empezó
un juego.
-¿Qué
sueños tienes?, preguntó el latido.
- ¿Por
qué te importarían mis sueños?, le contesté.
- Es que
yo vivo de ellos. Deja y te explico: Mi trabajo es dar vida pero en mi esencia
soy sentimiento, ilusión, deseo, propongo escalofríos y detengo temblores.
Trabajo duro bajo el Sol y cuando resplandece la Luna…A veces descanso quedito,
a veces respiro nostalgias y veces se descontrola mi pulso, me pongo a mil y
escucho gemir, el trance de un Amor.
Era un
simple y pequeño latido, pero me sorprendió tanta sinceridad. Abrió de par en
par su libro y en él creí que valía la pena, embargar mi tiempo. Y continuó…
-No es
fácil mi vida. Cuando mi cuerpo siente una emoción, debo pintarla para que se
la crea, cuando tiene miedo, debo acelerar sus defensas y cuando dice que
ama…Es un dilema, porque nunca sabe lo que quiere: Si lo cree, bombeo sangre,
si se siente engañado mandó largas lágrimas a sus ojos, si no es correspondido
pongo tintas a sus dedos para que escriba sin parar y si su amor es distante,
lleno de neuronas su pobre cerebro para que piense y piense.
-
Realmente tu vida es azarosa y diferente.
Pero ahora estás solo, no te veo en ningún cuerpo.
- Es que
me salí de él. Decidió vivir sin mí. Ya ves, cayó en el desamor, la depresión,
la soledad…Y prescindió del corazón. Pero te diré un secreto, Él ya no me
necesitaba…Solo se dió todo, hasta la propia muerte, para que los demás
aprendieran… Yo soy lo que de él queda, ya ves, un pequeño latido. Estuvo
conmigo durante cuarenta días y cuarenta noches, me enterró en lo más profundo de este suelo,
me llenó de piedras, pero era tanta su soledad que en este lugar ni las
serpientes viven, y creo que él lo sabía. Su nombre era Jesús…Y por eso sigo
vivo y por otra cosa…
- Dime, me
estás intrigando. ¿Cómo puedes seguir con vida? Eres pequeño, pero te haces
sentir.
- Un
latido puede vivir sin un cuerpo, pero muere sin tener un alma. Y yo encontré
una, el alma de la Tierra y a ella me aferré, fusioné en su piel mis venas y
arterias, escribí mi pequeña historia en un pedacito de su manto y ahora soy
parte de su respiración. Siento su humedad y su resequedad, su erosión y su
regeneración, sus verdes y sus azules, sus salvajes cantos y sus amores, los
dulces suspiros de sus cielos y las espumas de sus mares, el calor de sus Soles
y el romanticismo de sus Lunas. Y soy feliz.
- Y,
¿Cómo te llama?
- Me
llama…”Poesía”.
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