Por fin
conocí el jardín donde viven las ilusiones, donde los deseos corren como lombrices, sin pausa pero sin prisa, donde el oxígeno pinta
escalofríos y donde en el silencio, nace la poesía. Conocí tu jardín y por un
momento en él me perdí. Cerré mis ojos y lo sentí, olí su profundidad, abrí mi
boca y dejé a mi lengua, su latir… ¡Éxtasis de conocimiento! ¡Pecado sin
vergüenza! ¡Atrevido infierno sin miedo! ¡Perversión que juntas amor y placer!
En tu jardín
hundí mis dedos, esperando tu primer suspiro. En tu jardín mojé mi aliento
esperando el vaho de tus ojos, en tu jardín bebí mi sueño, esperando la contracción
de tu alma. Penetré su húmeda tierra, besé sus pétalos, dejé que su rocío
dibujara gotas en mis labios, olvidé su viento y concentré mi ternura en sus
cortos pastos…Por un instante, viví de él, poseí su temblor y cuando la lluvia
arreció, me mojé con él. Fuimos uno, fuimos ley, conocimiento, pecado,
infierno, amor y sublime placer.
Y cuando
pase la tormenta, cargaré de nuevo mis tintas y en él tatuaré mariposas, gritaré
para que me obedezcan los cantos de su edén, suspiraré para que mi alma lo
cobije y escribiré poesía en cada una de las comisuras de sus esponjosos labios.
Invocaré al mar, al trueno y al granizo,
estallarán mil estrellas, reventarán cien volcanes y preñaré su esencia. Buscaré
placer en cada uno de sus poros, sentiré dulce pasión al recorrer una y otra
vez sus entrañas y cuando su música (esa música que por fin explicará mis
tintos, mis ceras, mis escritos y mis noches de jazz y pasión) entre en mi
orgasmo, explicaré en mi primer libro, que el amor lo encontré en sus árboles, el
deseo en sus versos, la pasión en su natural poesía y ese jardín… Veinte centímetros
debajo de tu ombligo.
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